Parados

Me encuentro, cada vez más, a muchas personas que parece como si tuvieran ahora que justificar que tienen un trabajo, por contar con un sueldo a fin de mes, como si no hubieran empleado bien su tiempo después de muchos años de dedicación y servicio, y todos sus años de experiencia  en favor de aquellos que les contrataron, y sobre todo parecieran ya rendidos a lo que el empresario (público o privado) decidiera en cada momento. Algunas de estas personas por ser precisamente los más ‘penosos’ para la compañía han sido los primeros en recibir la carta de despido.

Pese a la difícil situación, y a lo que cuesta mantener un puesto de trabajo, no sería bueno tampoco permitir, amparados en los millones de parados,  el recorte aún más los beneficios sociales que tantos años costó conseguir a lo largo del siglo XX o alentando los contratos mileuristas. Porque, si bien, la situación de desempleo en España es demencial, ya que estamos a la cola en Europa en cuanto al número de personas paradas y también en la creación de puestos de empleo, no es menos cierto que ello no debe obviar la dignidad en el trabajo ni la retribución justa, y aquel que ha currado mucho y bien durante bastantes años,  en una empresa o en la administración pública no debe ahora caminar temeroso por la posible pérdida de su empleo, al albur de decisiones injustas, y me refiero a esos posibles empleadores aprovechados.

Porque la responsabilidad social corporativa es fundamental para empresarios, públicos y privados. Y deberían esmerarse más, eso sí, en detectar y acabar con los posibles  parásitos antes que con aquellos que es más fácil despedir. O en el caso de la administración, con la duplicidad de empleos o el enchufismo, con las reformas que sean necesarias.

Es importante también reconocer el mérito de un buen número de emprendedores que, pese al viento en contra que perciben, siguen -incluso con su propio patrimonio alcanzado en época de vacas gordas- intentando mantener el número de empleos en sus propias industrias, a veces dificultado por el enrocamiento de algunos sindicalistas que han dejado de ocuparse de los cinco millones de personas que no pueden trabajar en favor de mantener a liberados que deberían voluntariamente reincorporarse a su puesto.

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