Felipe de Borbon

Ha sido niño! Con grandes titulares y un cuerpo de letra enorme reflejaban los principales periódicos que habitaban la España de 1968 el nacimiento de Felipe de Borbón. Regía los destinos de este país el general Franco, y todavía el actual rey no había sido designado como sucesor del Jefe del Estado, pero para los monárquicos con el nacimiento del hijo varón se auspiciaba  y aseguraba también la sucesión de la Corona.
Felipe recibió una buena preparación en Santa María de los Rosales y para estudiar el COU sus padres decidieron un Canadá bilingüe en el prestigioso Lakefield School. Su regreso a España coincidiría con mi inicio en estos lares periodísticos y pude ser testigo los tres años siguientes de su paso por las Academias de Tierra, Mar y Aire, hasta recuerdo un titular de un reportaje publicado durante su estancia en Marín “Príncipe blanco, príncipe azul”, desde el punto de vista marinero y del corazón. Felipe acababa de jurar y acatar ante el Congreso la Constitución española, en 1986, al cumplir su mayoría de edad.
Su paso por el Ejército fue previo a su matrícula en la Autónoma de Madrid, donde como un estudiante más –aparentemente- se preparó de la mano de Carmen Iglesias durante cinco años, en Derecho y Económicas, para trasladarse posteriormente a Georgetown  para acabar tras diez años su formación académica regulada con un Master en Relaciones Internacionales, pues después continuaría con sucesivos cursos en diversas áreas relacionadas sobre todo con la administración pública.
Al Príncipe Felipe le perdí la pista ya tras su primer curso en la Universidad Autónoma. Siempre había sido un tipo serio, discreto y creo que brillantemente preparado. La llegada a su vida de Letizia Ortiz, una asturiana curiosa, inquieta y capaz, dio sin duda un vuelco en el carácter del heredero de la Corona. Así lo vi unos cuantos años después durante su visita a Diario de Burgos con motivo del 115 aniversario del periódico, un encuentro en el que quiso saludar y todos y cada uno de los trabajadores del periódico y de los medios que albergaba Promecal y donde su mujer, la princesa de Asturias, mostró en cada momento sus dotes de periodista. Pero el rostro de don Felipe no había perdido ni en un momento la sonrisa, no la oficial obligada por su trabajo como Príncipe, sino la natural de su satisfacción por la situación familiar y profesional en la que se encontraba. En estos años también el Príncipe ha sido el embajador principal de España en Iberoamérica y ha sustituido al Rey en numerosos eventos. Asimismo se ha recorrido cada una las provincias de España en viaje oficial y no es ajeno a las necesidades de los españoles, algo que pude comprobar en una audiencia este año con motivo del Congreso de Redes Sociales y donde más de una hora estuvimos conversando entre los asistentes sobre el ‘gobierno abierto’, las nuevas formas de comunicación o las revueltas sociales en el norte de África.
Es cierto que España bien podía haber seguido siendo republicana si no es por el golpe de 1936 y quizá nos encontráramos ahora en 2012 igual o mejor que bajo el amparo de la Corona, pero con este Rey y este Príncipe apuesto por la monarquía, y una monarquía en comparación con las del resto de Europa, bastante barata –nos cuesta 0,20 céntimos a cada ciudadano- y aunque ya no pongo la mano en el fuego por nadie, confío en que ejemplar.  En este aspecto me encuentro tranquilo tras la experiencia de más de 35 años con don Juan Carlos si ahora la asume su hijo don Felipe.

(articulo publicado en DB el 2 de enero)

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