La antipolítica

Que un comediante se coloque como el tercer partido más votado en Italia, le convierte ya en antipolítico para la mirada de muchos observadores y medios de comunicación.  ¿Se imaginan si Jordi Évole preparara una candidatura y los resultados no difieren de los de Grillo en Italia, sería también un antipolítico? Desgraciadamente para muchos, Évole no parece que prepare su desembarco en las urnas, ni Buenafuente –al  que tendremos esta semana en Burgos en iRedes-, ni Leo Harlem. Los tres son el sentido común andante y parlante, y por eso quizá recibirían un buen número de apoyos si decidieran incorporarse a la carrera política. Italia es diferente, allí todos se lanzan y siempre ha salido adelante con cualquier resultado electoral. Y los italianos, que son tan listos como los españoles, han votado lo que han querido, y no han querido de nuevo a los partidos tradicionales gobernando.

Aquí, en España, si hubiera elecciones anticipadas –Rajoy está tan convencido como Aznar de que tiene que llegar hasta el final de la legislatura- a buen seguro que aunque pudiéramos esperarlos, nos sorprenderíamos de los resultados de los comicios. UPyD que es el partido que al no gobernar está más limpio podría verse beneficiado de la caída del PP y del PSOE. El actual Gobierno asegura que está haciendo todo lo necesario para recuperar la confianza económica, pero que el empleo no llegará previsiblemente hasta 2015, precisamente el año en que el 20 de noviembre tocaría la nueva convocatoria electoral. Faltan todavía dos largos años de travesía en el desierto para seis millones de parados españoles. Por otra parte, el principal partido de la oposición ha recibido golpe tras golpe en las elecciones recientes autonómicas, y solo la bajada del centro derecha ha frenado ligeramente su descenso.

En este maremágnum, he tenido ocasión de leer de nuevo el discurso de Juan Vicente Herrera ante los dirigentes del Partido Popular de Castilla y León. Ha sido claro. Mano dura y «respuestas contundentes» fue lo que reclamó ante la «sombra de sospecha» que los ciudadanos han extendido hacia la clase política ante los últimos casos de corrupción. «El reproche de la calle –insistió-  no es un invento, y no vale sólo con conectar estos casos, hay que dar la cara».

«Es difícil en estos momentos mantener la mirada de vecinos, amigos y paisanos que siempre nos han respaldado, e incluso teniendo la conciencia tranquila, por lo que no hay que tener miedo a entrar en el debate de la regeneración». Por este motivo, aseguró que es «momento de coraje», de «dar lo mejor de cada uno», de «reivindicar el carácter honesto, ejemplar y noble» de los dirigentes de este partido, incluso reconociendo que puede darse el «desánimo y la desmoralización».

Lo que ocurre es que cuando escuchas el mensaje y te vienen a la memoria precisamente algunos de los dirigentes de cualquier partido, la desilusión del ciudadano vuelve a aflorar.  De ahí que resuene la palabra Regeneración. Quizá sea la voz mágica que ha pronunciado el presidente de la Junta ante sus correligionarios la que devuelva a los políticos la autoestima. Pero la regeneración implica cambio. Y un cambio que debe ser impulsado desde los propios dirigentes de una formación política. Quien de el primer paso a buen seguro se habrá ganado el favor de muchos ciudadanos. Pero ese paso exige también sacrificio. Y de eso no están muy duchos la mayoría de los dirigentes públicos de este país.

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