Georgicus, erectus, habilis… sapiens

Este fin de semana, tras publicarse la noticia en Science sobre ese posible origen único de unos cuantos homínidos entre los que transcurren varios cientos de miles de años, y que ha generado un gran debate entre toda la comunidad científica, y ha sido recogida también en los principales medios de comunicación de todo el mundo, pues este  sábado decidí durante un rato –tras recibir una nueva expedición de National Geographic que venía al Museo de la Evolución, algún que otro periodista, y un buen grupo de psiquiatras- contemplar las reproducciones que Elisabeth Daynes ha realizado del georgicus, erectus y habilis. Miren que le daba vueltas y pese a su parecido aspecto entre simiesco y humano todavía no acababa de reconocer la posible importancia de esa investigación realizada en Georgia que asimilaba a estas especies, europeas y africanas, en un mismo paquete. Todo eso por un cráneo encontrado en Dmanisi, que lleva el número 5, el mismo casualmente que nuestro popular Miguelón de Atapuerca.

Son muy pocas las piezas halladas de este puzzle que supone la evolución. Y la gran mayoría han sido encontradas en los yacimientos de Atapuerca, pese a que todavía los investigadores, con tiempo y recursos, esperan conocer más de la especie Homo antecessor,  del Homo sp, al que todavía no se le ha asignado una ‘familia’ y seguir profundizando en lo mucho que ya se sabe de los pre-neandertales, los heidelbergensis que aparecieron en la sima de los huesos, donde se han desenterrado restos muy bien conservados, incluso los más diminutos, de una treinta de individuos. ¿Se imaginan ustedes que nuestros descendientes dentro de medio millón de años encontraran en la Tierra apenas una veintena de yacimientos de humanos, y el que más albergara sería a treinta de nosotros, qué conclusiones podrían sacar estos hombres del futuro? Pero la ciencia es apasionante y avanza que es una barbaridad. Tenemos ya ADN neandertal, y ADN mitocondrial de fósiles de osos contemporáneos a los heidelbergensis. Hace unos años este hecho era inviable e imprevisible.  La dificultad de la investigación, el saber de dónde venimos, hace que los retos sean cada vez más grandes, porque el interés por la ciencia aumenta progresivamente. Queremos conocer más sobre nosotros mismos, sobre nuestros ancestros, y hacia dónde vamos, a pesar de que no conoceremos in situ, el paso por esta vida es un lapsus,  todas las transformaciones que podrá albergar este planeta que maltratamos sus habitantes.

Lo que respeto de la comunidad científica es que esté abierta al debate. La publicación de Science ha hecho de nuevo a los paleontólogos, biólogos y arqueólogos preguntarse muchas cosas y dudar de lo que ya saben. De esa discusión a buen seguro se generarán nuevos conocimientos.  Y ese es ya un buen camino.

 

 

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