Semana Santa

¿Qué se esconderá en la mente debajo de cada capuchón de los más de 2.000 cofrades que desfilarán a lo largo de la Semana Santa en Burgos? Esta tierra no tiene la tradición de Valladolid o Zamora, donde esa cantidad de penitentes ya los tiene una sola de sus cofradías, y no precisamente de las más significativas. Pero es cierto que poco a poco van sumando cada una de las burgalesas. Y que parece que puede existir relevo generacional. Y los ciudadanos se suman a las procesiones. Al paso de la borriquilla rodeada de centenares de palmas sostenidas por chavales que ya han recibido el regalo de sus padrinos; a la subida costosa al Castillo con el Via Crucis penitencial, como debió subir Jesús de Nazaret al Gólgota empapado en sangre y sudor; al encuentro entre María y su Hijo en la plaza de Santa María, donde también se corta el silencio, roto solo al hilo de la música, y los burgaleses la abarrotan. O la procesión general del Viernes, siempre en el aire por la impertinente lluvia. O la Soledad, cómo llora la madre la muerte de su hijo, y se alegra el domingo por la resurrección.

Y meses antes, muchas horas de ensayo de las bandas de cornetas y tambores, en lugares alejados para no alterar la calma de los vecinos, muchas horas de costaleros para mantener el paso y la penitencia -no es menester que la Semana Santa sea moneda que a todos guste, pero de hacerla, hacerla bien-. Al cielo con ella, que dirían en Sevilla en estos días donde con la Macarena llora media ciudad.

Burgos no es Andalucía, ni el paso de la Legión de Málaga, ni el Cachorro sevillano, ni la Esperanza de Triana, ni es Zamora, ni es Valladolid… y si bien estrena el título de interés nacional, todavía resta mucho. Pero para los católicos estos días son los más importantes de su fe, de la Pasión -¡qué bien retratada por Mel Gibson!-, de la muerte y la resurreción de Cristo. De la traición de Judas, de la negación de Pedro, de la mirada de Jesús a María, camino del Calvario, de la de María a Juan, la de la madre al hijo, al pie de la Cruz; y de la aparición con los discípulos de Emaus.

Habrá otros que vean en ella unas fiestas capaces de atraer turismo, de gestionar recursos e ingresos. Cuando a veces solo basta una saeta, a ese Jesús del madero.

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