Distritos

Andan ahora partidos, coaliciones, alianzas y agrupaciones electorales liadas con la preparación de las listas y la elaboración de los programas electorales. Las listas es el peor proceso dentro de una formación política. De ellas te puedes arrepentir varias veces a lo largo de los cuatro años de legislatura, por eso exige un proceso minucioso y dejar hacer al cabeza de la misma, designado por primarias o por un dedo. Cuando es una alianza o una agrupación, antes hay que decidir el orden en el que va cada representante de cada tendencia, y se juegan mucho, porque no todos salen.

El otro tema es el del programa. Lo primero, si va a servir para algo, o para nada. Porque con montar algaradas cuando una de las cosas propuestas por el que gobierna no gusta al que no gobierna, aunque sea minoritario, basta para tumbar lo apoyado por la mayoría. Tendrán que cambiar el nombre de la democracia representativa por otra asamblearia

Luego está la opción de si quien gobierna está ajuntado con otros que han decidido que la mayoría de las resoluciones hay que adoptarlas por asamblea. Primero tendrán que decidir hasta qué punto son autónomos los propios ediles municipales o a partir de qué presupuesto tenemos derecho a votar todos los ciudadanos a modo de referéndum. Decían que si subía a partir del millón de euros la ejecución de un proyecto, además del voto del plenario, que supuestamente hemos elegido todos democráticamente, se necesitaría otra votación más participativa de los vecinos, o bien de los afectados o bien de todos. En una ciudad pequeña como es Burgos las obras transcienden a la gran mayoría, ya sea un centro cívico, el arreglo de la vieja estación, el techo del monasterio de San Juan, la plaza de toros, la ampliación del bulevar, el aparcamiento en la calle Vitoria, un nuevo polideportivo, el uso del Hospital de la Concepción o la instalación de El Corte Inglés (bueno, en este caso, es una empresa privada y si paga todos los impuestos y cumple las leyes tendrá derecho a hacerlo), por citar unos ejemplos.

Y, mientras tanto, algunos políticos hablando de distritos. No es que no quiera vivir en un lugar al que pomposamente llamar ‘gran ciudad’, pero Burgos no lo es, sí por su historia, por su patrimonio, por su arte y cultura, pero no por su organización. No superamos los 200.000 habitantes, y a menos que nos hagamos con todos los municipios a la redonda en un radio de cincuenta kilómetros para cumplir con lo que propone un partido, desde la Plaza Mayor debería no ser difícil conocer las necesidades de todos los barrios y rincones. Los distritos suponen más concejales a sueldo -mirando a otros sitios es cierto que Burgos tiene menos ediles liberados, el problema es si quien está lo merece- y sobre todo esa cosa que se llama asesor, que deberían en gran parte ser eliminados, y dar a algunos funcionarios, por su puesto, una mayor responsabilidad.

Otra cosa sería que eligiéramos nuestros representantes por distritos, al menos una parte, y a ellos exigirles la marcha de nuestro barrio, y sino echarles en las siguientes elecciones. Pero ni eso, ni las listas abiertas, ni la revocación de algunos políticos ineptos está previsto en nuestras leyes.

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