Hoy el tema de esta ‘Página Par’ me lo ha sugerido un profesor de instituto, de bachillerato, con sentido común y que lleva sufriendo en la educación los cambios de legislatura durante muchos años. Un educador que se ha visto sorprendido al leer las declaraciones del consejero de Educación de la Junta de Castilla y León -al que personalmente aprecio y creo que es un buen profesional para este campo- que por no disgustar a unos, lo ha logrado con otros.
Asegura el consejero que pese a que la ley actual, la LOMCE, habla de reválidas en secundaria y bachillerato, los exámenes, que se supone que se van a realizar a finales de este curso que se inicia hoy, no van a servir para nada.
Así que una vez suprimida la Selectividad y con unas pruebas que no van a influir al final del ‘bach’ tendremos una generación que llegará a la Universidad sin ningún examen válido. Este profesor anda preocupado en cómo incentivar a sus alumnos, en cómo intentar mejorar la calidad de la educación, en cómo lleguen a los centros universitarios aquellos que quieren y deben. Y ahora se encuentra frustrado.
Pero ya nos hemos olvidado del mérito y la capacidad de la que tanto hablaba Wert, si en las primeras reválidas ya se echan para atras los representantes autonómicos del mismo partido, qué pasará con el resto, y todo por evitar confrontaciones verbales, cuando no les falta razón, porque aunque haya sido la LOMCE una ley sin consenso, bien es cierto que ha buscado reducir el fracaso escolar y buscar alternativas para mejorar la calidad de enseñanza. Aparte de garantizar la libertad de educación, algo en lo que no todos los partidos parecen estar de acuerdo, o al menos la interpretan de manera diferente.
No lo tienen fácil los maestros y profesores, y menos en las últimas décadas donde han perdido autoridad en beneficio de algunos alumnos que en muchos casos apelan a sus padres cuando son exigidos, y odian todo aquello que sea responsabilildad. Y de unos padres que defienden a sus hijos aunque la razón no la lleven. Efectivamente, hay muchas excepciones, y hay chavales ejemplares, pero ello no exime de la preocupación existente entre los docentes para encontrar un buen ambiente, especialmente en algunas edades, entre sus alumnos.
En todos los pactos de los que se ha hablado este último año después de las dos elecciones figuraba la palabra consenso para hablar de educación. Ninguno ha salido, porque por delante estaba no el beneficio de la sociedad, sino el partidista. Y por lo tanto tampoco ha habido una mesa donde todos los representantes de las formaciones políticas junto con expertos hablen, con tranquilidad, sobre el presente y el futuro de nuestros hijos, un tema que debería ser prioritario y que es de los más olvidados.

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