Maldita memoria

Lo he vuelto a ver y me ha producido la misma sensación que otras muchas veces. Un nudo en el estómago difícil de quitar. Es como cuando llegas a casa y tu madre te pregunta: cuándo nos vamos a ir de este hotel hijo? Y le enseñas las fotos de los nietos que con tanto cariño ha ido colgando frente a la cama. Y le sonríes, y le das un beso en la frente y la llamas hermosa.
No sé qué pasa por la mente de un enfermo de alzheimer. Con cambios de carácter, con sonrisas y tristezas. Convivo muy cerca con una persona que sufre Hungtington. No se expresa ya. Aparentemente. Porque sonríe o se calla durante largas horas sin un motivo claro. Disfruta con la comida y con el café. Pero no sé dónde está. Cómo es su mundo. Si vive feliz. Si es ajeno a lo que hacen los demás pese a su mirada fija.
No son solo enfermedades de la memoria, pero sin ella comienza manifestándose. Comenzamos a acordarnos de lo más lejano y a olvidar lo que cenamos ayer, aunque fuera una pieza de fruta sencilla de recordar. Vemos como la memoria lejana es más cercana, y la cercana lejana.
Y son enfermedades que en vez de retroceder avanzan, porque vivimos más, porque queremos vivir mejor. Dónde cada vez se dedican más recursos médicos para intentar minimizar aunque fuera un poquito sus efectos. Donde grandes compañías multinacionales farmacéuticas están dedicando miles de millones de dólares para intentar conseguir un medicamento que retrase poco a poco su implantación y lógicamente ganar dinero.
Porque todos poco a poco nos vamos encontrando ya en nuestro entorno pacientes de alzheimer, más o menos avanzado, y sabemos del esfuerzo de sus familiares más cercanos y de una dependencia que no siempre llega, al margen de lo que muestren las estadísticas.
Son esos cuidadores, la mayoría familiares, que en ocasiones han dejado de tener sus ocupaciones habituales, o se han trasladado de ciudad sobre los que recae fundamentalmente el esfuerzo y el apoyo impagado de las asociaciones de voluntarios frente a esta u otras enfermedades similares.
Y se multiplican los actos, y los esfuerzos de personas para recordar que este mal está ahí, a la vuelta de la esquina, aunque cada vez sea menos necesario porque nos va tocando poco a poco a todos. Recuerdo a un antiguo compañero y amigo que dejó el trabajo y viajó andando desde Santiago a Jerusalén .-no llegó a pie hasta el final precisamente por un problema de salud- para recordar a todos la situación de enfermos y cuidadores, y cada día se multiplican las acciones, también en Burgos, ciudad solidaria donde los haya.
Acabamos de vivir la Semana del Alzheimer, reivindicativa para algunos desmemoriados de la administración, agradecida para todos aquellos que acompañan a sus seres queridos, y luchadora para muchos de los voluntarios. Gracias.

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