Libres, no valientes

Uno de los carteles que más me conmocionó en la manifestación del pasado 8 de marzo en Burgos, lo portaba una mujer joven, y aparentemente decidida: «De camino a casa quiero ser libre no valiente». No es la única que piensa eso. En los últimos meses han crecido el número de mujeres, jóvenes y menos jóvenes, que tienen respeto a la noche, cuando no miedo. En ciudades como Bilbao están poniendo a prueba que los autobuses ‘buho’ puedan parar donde indica el viajero, para acercarles más a su casa y estar menos tiempo solas. En Valladolid, su alcalde ha declarado que estudiarán lo que pasa en Bilbao con el transporte público y con las pruebas para ponerlo en marcha en la capital pucelana.

Estuve unos cuantos años atravesando el parque de la Quinta para trasladarme al otro lado del río cuando Diario de Burgos tenía su sede en la calle San Pedro de Cardeña, e incluso los feriantes se instalaban allí por los sampedros. Habitualmente, el regreso a casa por la noche era tarde y con muy poca luz. Reconozco que algunos días tenía cierto temor a encontrarme con pandillas de macarras o algún tipo que quisiera pedirme dinero, como me había ocurrido en Madrid, durante los años que estuve allí trabajando. Pero nunca, nadie, hizo algún ademán en unos cuantos años de pretender algún robo, fuego para el pitillo y poco más.

Sí que ha ocurrido alguna vez encontrarme con los retrovisores golpeados, con la ventanilla rota y una botella de cerveza en el asiento con los cristales alrededor, o con varias rayaduras a lo largo y ancho del coche. Casi siempre junto al río, y me imagino a los autores de retirada y con bastantes copas de más.

Son tonterías en comparación con la sensación de incertidumbre o falta de seguridad que tienen algunas chicas o no tan chicas cuando pasean por la noche por las calles de cualquier ciudad española. Por eso quieren hacerlo en libertad, y no sintiéndose conrajudas o asistiendo a clases de defensa personal con el spray en el bolso.

Que esta sociedad no es la mejor de los posibles es fácil darse cuenta con asistir de rebote al debate en el Congreso sobre la prisión permanente revisable. Podemos también mirar hacia otro lado y decir que en decenas de países -algunos del primer mundo como nosotros- están mucho peor, y que no nos podemos quejar. Pero cuando falta libertad, falta lo más importante.

A mi sobrino mayor con apenas 3 años le pegaron en la guardería. No fue relevante. Pero la decisión de mi hermano sí. Le apuntó a taekwondo. Ahora tiene 12 y es cinturón negro de su categoría. Sabe que es únicamente para defenderse.

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