Memoria y dignidad

Recientemente, una de las más destacadas empresas de sondeos españolas hacía públicos unos datos realmente escalofriantes, pero que muestran que España es un país sin memoria, y así se demuestra cada vez que hay comicios electorales, y con valores enterrados en una sociedad anestesiada. De vez en cuando algún partido, por razones ideológicas, recupera las ‘dos españas’ para intentar agrupar el voto y ahondar todavía más en esa herida.

GAD3 decía que siete de cada diez españoles no sabe quién fue José Antonio Ortega Lara y solo el 38 por ciento de los jóvenes identifica a Irene Villa, también de ascendencia burgalesa, como víctima de ETA. Además, más de la mitad de los españoles no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco. Son datos extraídos de un informe de la consultora ‘La memoria de un país’ debido al estreno esta semana de una docuserie de Amazon ‘El Desafío: ETA’, tras la emisión de Patria, y de El instante decisivo de A3 , sobre lo ocurrido entre la liberación de Ortega Lara y el secuestro y asesinato de Blanco. La lectura de todos los asesinados por la banda por parte de Abascal en el Congreso ha vuelto a sacar a la luz el por qué de la insistencia de las asociaciones de víctimas del terrorismo en la memoria, la dignidad y la justicia.

José Antonio fue liberado por la Guardia Civil el 1 de julio de 1997, cuando nadie daba nada por él, después de 532 días encerrado. La perseverancia de las Fuerzas Armadas y un toque de suerte permitieron conocer que en un taller de Mondragón podía estar pasando algo. La fe y la paciencia de algunas personas evitaron que finalmente el ex funcionario de prisiones burgalés se pudriera en el pequeño zulo. Como represalia, el concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco fue secuestrado y asesinado a sangre fría por otro comando de este grupo de asesinos.

Probablemente nadie de mi generación habrá olvidado esos días. En mi caso iba a iniciar las vacaciones en San Sebastián cuando a Ortega Lara le sacaron del agujero. Un día de trabajo intenso para publicar una edición especial, y otra muy completa del periódico. Gracias a alguno de sus familiares pude estar en su casa y enseñarle junto a Alberto Rodrigo todas las fotos de lo que había ocurrido en Burgos mientras el estaba medio enterrado en Mondragón. Allí estaban sus compañeros de prisiones, los miles de burgaleses que acudieron a una impresionante manifestación pidiendo su libertad, las concentraciones en un silencio eterno de los miércoles en la Plaza Mayor, un sinfín de portadas de DB. La vida en libertad, pero con sufrimiento. Fui a San Sebastián y me encontré con uno de los mayores horrores etarras: el aviso de un asesinato contra el que nada podías hacer. Pero será difícil de olvidar la manifestación en la capital vasca y la protesta posterior frente a la sede de HB, guardada por ertzainas que tuvieron que quitarse los cascos ante el aplauso de la multitud.

Toda esa historia contemporánea de España ya  no se cuenta en su cruda realidad para nuestros jóvenes estudiantes. No se exhiben las imágenes de esos días en Ermua, o la salida del zulo de José Antonio. Por esa memoria publicamos un libro Belén Delgado y yo. Porque se podrá perdonar, pero lo que no se debe es olvidar.

El mismo año que secuestraron a Ortega Lara, Induráin se retiraba del ciclismo con una cosecha de ‘tours’ en su morral. Si GAD3 hubiera incluido en su encuesta cuántos saben quién es el ciclista navarro, la diferencia con el burgalés hubiera sido muy grande a su favor, y con todo derecho por todo lo que se vende el deporte. Pero por eso hay que seguir insistiendo en la memoria, dignidad y justicia, y en ese blanqueo que algunos están realizando con los herederos etarras.

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