La lucecita

No es un tema trascendente, ni cambiará el mundo, pero confieso que a veces me agota la paciencia, sobre todo cuanto te encuentras rotonda tras rotonda que para girar muy pocos conductores utilizan el intermitente, así que a veces te arriesgas con pitido incluido. Lo mismo ocurre, con frecuencia, cuando te hayas con otro vehículo que avanza delante del tuyo y de repente se para y aparca ¿lo ha decidido en el momento o estaba buscando sitio y no le daba la gana mover el interruptor para indicar que podía frenar? Pasa también con el cambio de carril de los que se creen Fernando Alonso o Lewis Hamilton intentando sumar el mayor número de adelantos en el menor tiempo posible.

Hay muchas situaciones en que el intermitente hubiera evitado algún golpe, y disgusto, en vías urbanas o interurbanas. Y en otras, lógicamente, no es necesario, pero es obligatorio. Hace algunos años ya, en la autovía entre Salamanca y Valladolid, viajaba con un compañero y nos encontramos con un camión. No circulaban apenas vehículos en los dos carriles de nuestra dirección y tampoco en la contraria. Íbamos a una velocidad normal y adelantamos. Volvimos a incorporarnos al carril y en pocos segundos un coche camuflado de la guardia civil empezó a iluminarse. Así que nos detuvimos, pidieron los papeles y nos dijeron que no habíamos dado el intermitente al regresar a nuestra vía. No había nada que alegar por más que fuéramos los únicos humanos que circulábamos por esa carretera. Multa al canto.

Los conflictos que suele generar el no uso de este aparatito no acostumbran a ser graves, pero sí molestos  y nos muestran que a veces deberíamos volver al Parque infantil de tráfico, para evitar el factor sorpresa en los demás. Pero el artilugio se ha convertido en un gran olvidado lo que parece sugerir que las maniobras se pueden señalizar telepáticamente. Y utilizarlos es obligatorio y cuando no lo hacemos,  según recoge el reglamento de circulación, artículos 108 y 109, podría ser una infracción grave que estaría sancionada con 200 euros.

Soy consciente que esta columna no va a cambiar el uso habitual de este utensilio entre los lectores, seguirán dándolo o no según les venga en gana, aparcando y desaparcando sin lucecita, girar o no como les apetezca, variar de carril porque quieren trampear con la ley y con la velocidad máxima. Pero ojalá no tengamos que esperar al golpecito –o golpazo- para utilizarlo.

Y fíjense lo poco que lo usamos que cuando buscas la palabra en Google, las primeras entradas que te aparecen son relativas al ayuno intermitente que tan de moda se está poniendo, y ese funciona sin luces de ayuda.

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