Dieta tecnológica

La dieta alimenticia forma parte de la vida diaria de muchas personas. Por diversos motivos, por su obesidad, o por lo contrario. Por imagen, o por obsesión. Por necesidad la mayoría de las ocasiones: desde la prohibición a comer con gluten, con lactosa o con sal… Pero casi siempre podemos reservarnos un día para tirarla por la ventana, echar una cana al aire, y tomarnos esa olla podrida que tanto tiempo estuvimos esperando, aunque luego tengamos que arrepentirnos durante unas horas pero sarna con gusto no pica.

Pero hay otra dieta que nos ayudaría  a saborear de verdad la vida. Ejercer una sana dieta digital, saber prescindir a lo largo de la semana, en algunas circunstancias, de los dispositivos electrónicos, de los que nos acompañan en el bolsillo o cuelgan de la cintura. Contemplar la naturaleza, sin necesidad ni siquiera de escuchar un click es un alto placer. Leer un buen libro, degustar una película o una serie de televisión sin obligación de subir nuestra opinión en ese momento a las redes sociales es un goce, y comer con  unos amigos con el móvil en silencio o apagado es una ocasión de deleitarnos.

Todo esto requiere en algunos casos hasta un sobreesfuerzo, pero sabemos que podemos conseguirlo porque no hace tiempo era así nuestra vida. Incluso llegábamos a no coger el teléfono fijo durante los encuentros familiares. Y a jugar en la calle detrás de un balón, con unas canicas, o con unas chapas con caras de ciclistas en la alfombra de casa. Quizás nos hayamos olvidado de la importancia del silencio para poder no solo dar sino recibir. Y podemos recibir mucho.

Una dieta no supone la supresión del uso de un aparato del que somos incapaces de utilizar todos los recursos, sino limitarlo en algunas ocasiones. Es probable, por mucho que los agoreros afirmen lo contrario, que delante de la pantalla socialicemos todavía más que en una tertulia de café. Que nos ayude a hacer cosas juntos. ¡Cuánto han aumentado los encuentros digitales en pandemia y hemos conocido a tanta gente a la que no hubiéramos llegado en otras circunstancias! He escuchado a muchos adolescentes hablar mucho más media hora frente a la pantalla a sus amigos, que probablemente en toda la semana a sus padres. ¡Qué útil es la agenda del móvil para aquellos que vamos perdiendo la memoria y necesitamos que nos recuerden nuestros compromisos!

Conversamos más, cierto, pero al mismo tiempo debemos aprender del silencio. Es justo y necesario.

 

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