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20 años de La Cabañuela

Hace 25 años, solo en la mente de Antonio Bañuelos figuraba la creación de una ganadería en su tierra, la de más altitud perteneciente a la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Era una afición que tenía desde crío. Así que se fue fraguando hasta que en junio de 1993, justo hace ahora veinte años, llegaban a Burgos, a La Cabañuela, al Páramo de Masa, que había dejado las nieves unas semanas antes, las primeras vacas bravas que salían de la finca El Toñanejo, de Medina Sidonia, procedían de hierros del Marqués de Domecq, Maribel Ibarra, Torrestrella y Torrealta.
La altitud de los terrenos, 600 hectáreas, supera los 1.000 metros, y las temperaturas mínimas han llegado a alcanzar durante estos veinte años los quince grados bajo cero. De ahí que inicialmente se extendiera rápidamente su calificativo como ‘Los toros del frío’. Son muchos los hitos que a lo largo de estas dos décadas ha vivido este ganadero y su ganadería. Desde el primer toro indultado por Enrique Ponce hasta el primer encierro en Sanfermines, o su debut en Madrid o Zaragoza, o las principales plazas francesas. Y por la responsabilidad de burgalés que Antonio Bañuelos lleva en sus entrañas, la presencia cada año en la feria de San Pedro y San Pablo. En su estreno en El Plantío, una novillada en 1995 en la que lidiaron Morante de la Puebla –a hombros, Canales Rivera y Rafaelillo- apenas se asomó a ver las faenas, y solo los aplausos le permitieron conocer que todo iba bien. Muchas veces ‘Campeador’ el macho número uno de todas las camadas de La Cabañuela ha sido aplaudido en diferentes plazas. Y que toreros como El Juli o Enrique Ponce tengan esta enseña como favorita muestra el buen hacer de los toros burgaleses. Con toros debutaba la ganadería en Burgos en 1998, hace quince años, y dos de los maestros salían a hombros: Pepín Liria y Víctor Puerto, el tercero era Manuel Caballero. En 1999 fue la consagración con Ponce y El Juli también a hombros, junto al propio ganadero, y una res indultada, Gamarro. Y el 2005 llegaba otro hito, se abrían las puertas de los cosos franceses. Y así con sus luces, muchas más que sus sombras, hasta la actualidad.
Ahora, en estos tiempos de dificultades económicas –también sin duda para las ganaderías de reses bravas-, es bonito recordar como algunos sueños pueden llegar a cumplirse, bien es cierto que por el aval como empresario que a buen seguro facilitaría en su inicio la puesta en marcha de La Cabañuela, situada en Hontomín y donde también parte de la propia finca era ocupada para el cultivo. Pero no todo ha sido un camino de rosas, problemas en las pezuñas, que impidieron triunfar en los Sanfermines, fueron quizá los más significativos.
Ya he escrito en esta Página Par que el regalo que me ofreció mi padre al cumplir los 14 años era ir a ver una corrida de toros –entonces los menores de esa edad no podían acudir a las plazas-. Cambié entonces el blanco y negro por el color y me aficioné a la Feria. Afición que ha ido decayendo, pero serán difícil de olvidar esas visitas a ‘los toros del frío’, donde se puede observar el mimo con que se cuida cada detalle de una ganadería burgalesa que si no hubiera sido por el sueño y la perseverancia de un empresario, nunca hubiera podido existir. Enhorabuena.