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Mis Cajas

Aunque solo sea por el tiempo que me he sentado en algunos de los bancos públicos que albergaba la ciudad y que contaban con el patrocinio de Caja de Burgos o de Caja Círculo, las dos Cajas burgalesas que ahora desaparecen han sido a lo largo de estos últimos lustros mis Cajas, e imagino que las de muchos de los que leen esta columna en Diario de Burgos. Sin embargo, quizá comenzarían a mirar con otra cara cuando empezaron a multiplicarse las comisiones que supuestamente asegurarían de algún modo su supervivencia.

Pero las Cajas han sido algo más que un banco lustroso en un paseo de la capital o una plaza mayor de la provincia. Se convirtieron durante medio siglo en el motor de la cultura de la provincia de Burgos. Ayudaron a pagar miles de hipotecas ahora prohibitivas o albergaron el descanso de nuestros abuelos en sus centros de la tercera edad. Se sumaron a proyectos empresariales que permitieron que Burgos fuera la capital industrial de Castilla y León, no solo la financiera, y promovieron iniciativas que si no hubiera sido por su apoyo nunca hubieran salido. Y aquí a buen seguro todos tenemos numerosos ejemplos. En los medios rurales su oficina era la única. En Navarra aseguran que su esencia foral la daban tres patas:  Osasuna, Caja Navarra y Diario de Navarra. En Burgos la importancia de las Cajas ha sido similar, y muchos de sus ciudadanos mantenían la cartilla en las dos entidades. Hay cajas de ahorros no pueden decir lo mismo y perdieron su carácter demasiado pronto.

Ahora las Cajas como entidades desaparecen, se convertirán en Fundaciones para gestionar la Obra Social que poco a poco verá reducir su presencia.  Su gestión se ha convertido en objeto de crítica, y más su avaricia, pero un borrón –acelerado por la crisis mundial y nacional- no debe hacernos olvidar el peso que han tenido en la economía local a lo largo de cien años de historia. Nacieron con un objetivo filantrópico y así fueron creciendo y desarrollándose. Trabajar para cualquiera de las dos Cajas era sinónimo de orgullo, y es posible que también pecaran de soberbia, pero esa competencia venía bien para múltiples actividades, si no te apoyaba una, podías acudir a la otra. Y mirabas no con cierta envidia las prejubilaciones y jubilaciones de sus trabajadores, no alcanzables en otras empresas.

Cuando ahora entro en mi sucursal de siempre y veo los logos y la imagen de otra Caja, sé que parte de la esencia se ha perdido, pero al menos confío que la nueva entidad tiene entre sus valores y así siempre lo ha ejercido, el desarrollo social, cultural… la responsabilidad corporativa en definitiva, y todavía puedes permitirte el suspiro de alivio de otras cajas de ahorro recientemente intervenidas o en vías de hacerlo.

Las Cajas que se fueron

Me para un ciudadano por la calle. Me saluda, no le recuerdo al instante.  Cuenta que es la persona que colecciona postales de estadios de fútbol, y me agradece que se publicara su afición en el Diario cuando yo estaba allí. Insiste en que trabajó durante 40 años en Caja de Burgos, “bueno que ya no es Caja, ni de Burgos” asegura, y que ahora ya está jubilado.  Le despido con nostalgia de un tiempo cercano donde efectivamente las entidades de ahorro de Burgos eran de esta tierra. Leo el sábado el periódico y  veo las declaraciones del presidente del Colegio de Economistas: “La deslocalización de las Cajas va a lastrar más de lo que pensamos el futuro de Burgos”.

Claro, a tiempo pasado quizá piensen que es muy fácil criticar lo que ahora muchos aseguran que no favorecerá a la capital burgalesa y a la provincia; el primer paso llevó a Madrid y Zaragoza la gestión de Caja Burgos y Caja Círculo; en esta segunda etapa que exige el Gobierno, la fusión de más entidades de ahorro, puede hacer que la primera acabe en Bilbao, en Sevilla o quién sabe si en Madrid o Barcelona, y la segunda vea Zaragoza reforzada su hegemonía. Y mientras, Caja España y Caja Duero viajan a Málaga de la mano de Unicaja Banco.

Fueron pocos, muy pocos, si repasamos las hemerotecas, aquellos que inicialmente apostaron y defendieron la integración de las cajas de la región, y es que probablemente solas tampoco hubieran pasado el corte económico que ahora se exige, pero con la suma de alguna caja más sí, y se hubiera mantenido en Castilla y León el control financiero, mientras la obra social va desapareciendo por momentos. Y tampoco era desdeñable aventurar que Burgos hubiera jugado un papel importante con las dos cajas en este entramado. Quiero recordar que el presidente Juan Vicente Herrera y el jefe de la oposición Óscar López además el secretario regional de CCOO, fueron los que principalmente predicaron en el desierto, frente a sus directivas locales de las provincias implicadas.  Salamanca y Burgos se convirtieron en el eje de sucesivas manifestaciones y pedían más la fusión con una caja de Badajoz y otra Navarra, que entre ellas. Aquí en Burgos, a mayores, tenemos desde siempre un duelo cainita donde el vencedor ha acabado siendo un tercero.

Ahora, más que luchar por dónde se ubicará la sede principal de los Bancos en donde acaben fusionadas  Caja de Burgos, por ahora Banca Cívica, y Caja Círculo, actualmente Caja  Tres, por lo que parece que habrá que trabajar es por los puestos de trabajo de los empleados en nuestra provincia. La crisis está tocando mucho a las entidades financieras, mientras existen blindajes millonarios y salarios inauditos, a los que el Gobierno ha puesto un techo relativo.

Lo peor es que los ciudadanos ahorradores ahora pagamos más en la mayoría de las operaciones bancarias derivadas de una mala gestión. Algo habrá que hacer.

Publicado en Diario de Burgos el 19 de marzo de 2012

Cajas

Al final, la mayoría de las sedes principales de las cajas de ahorros españolas, agrupadas, desagrupadas o absorbidas por el Banco de España, estará en Madrid, capital económica de este país y, para desgracia de las comunidades autónomas que la circundan, gran captadora de empleo ante el resto de provincias limítrofes, entre las que se encuentra para bien o para mal Burgos.

Hubo precisamente en Burgos manifestaciones que defendían que las Cajas de aquí se quedarán aquí, que no se fusionaran con ninguna y menos con el resto de la región. Cuando comenzaron los acuerdos interterritoriales de las entidades de ahorro y vista realmente la situación del sistema financiero, las voces se callaron y en las elecciones municipales aquellos que se habían apropiado del curioso lamento ciudadano apenas alcanzaron algún voto entre los propios manifestantes –lamento que forma parte de la falta de autoestima que todavía tienen los ciudadanos de Burgos respecto lo que han sido capaces de hacer y de lo que siguen siendo si miraran menos hacia atrás-.

Resulta que ahora cuando el Banco de España –que también desvió sus ojos hacia otro lado en algunos momentos y se alejó de su cometido como garante- decide prácticamente nacionalizar unas cuantas entidades, ninguna de ellas tiene en sus manos capital castellano-leonés. Casi es la única región que se salva de la intervención salvo que se cumpla la última amenaza del presidente de la entidad reguladora de intervenir en todas. Pero de momento parece que los de aquí han hecho sus deberes –con la sobriedad que caracteriza-, no así los políticos y banqueros manchegos, con su Caja Castilla la Mancha; ni los andaluces, con Caja Sur; ni los levantinos, con Caja de Ahorros del Mediterráneo; ni los gallegos, con NovaCaixa, ni los políticos y cajeros catalanes con Unnim y Catalunya Caixa.

Caja España-Caja Duero encontraron al menos la esperanza de futuro en Unicaja. Caja Círculo asumió su rol, al igual que Caja Inmaculada y Caja Badajoz y se mantienen con su humildad en medio de esta furia embravecida, y Caja de Burgos en la salida a bolsa con Banca Cívica ha visto completado el capital necesario y no ha tenido que recurrir al Frob.

¿Qué hubiera pasado si se hubieran unido todas las cajas de la región? Quizá hubiéramos logrado una caja de Castilla y León más fuerte, no intervenida y que hubiera escuchado mejor las peticiones de la tierra. O no. En este asunto de las cajas pocos parece que podían prever lo ocurrido, salvo algunos presidentes, directores generales y altos cargos, que se llevan o se han llevado una buena pasta gansa.