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Una provincia cinematográfica

Recientemente dos programas de televisión: Un país mágico, que presenta el simpático Miguel de Lucas, y Dónde estabas, presentado y dirigido por Ana Pastor, nos volvían a acercar a lugares singulares de la provincia de Burgos y a los escenarios más emblemáticos de la capital. Hay directores de cine, como es el caso de Antonio Giménez Rico, que en esta tierra han encontrado muchas de sus localizaciones;  y hace más de 50 años, Sergio Leone buscó aquí, cerca de Salas, un lugar para su cementerio de ‘El bueno, el feo y el malo’ que pasaría a la historia con Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach, y que han vuelto a poner de moda los apasionados que han llevado a cabo ‘Desenterrando Sad Hill’, un lugar que ya se está convirtiendo en una cita para los amantes del cine y del western, pese a no llevarse un Goya sobradamente merecido.

Mientras, hemos visto paseando, por ejemplo, por Atapuerca y el MEH al recientemente nominado al Óscar Viggo Mortensen, o al incombustible Jorge Sanz, o la encantadora Elena Rivera, Karina en Cuéntame, o a Aitana Sánchez Gijón, entre otros, además de escritores, cantantes, guionistas…. Algunos de ellos se pierden de norte a sur o de este a oeste por rincones maravillosos de Castilla y Burgos. O se adentran en nuestra inefable Catedral. Conocen ya las bondades de Burgos y sus gentes, de su gastronomía y su paisaje, de su patrimonio y su historia. Y eso es ya una pica en Flandes.

Quizá no estaría mal crear ya, definitivamente, una ‘Burgos Film Commission’ que ponga aun más en valor lo que ya hacen nuestros visitantes. El impulso y el ejemplo de Sad Hill puede valer de ejemplo y de punto de partida. No nos faltan ni creadores, ni historiadores de cine, ni directores, ni magos.  Pero sobre todo tenemos un paisaje para trasladarnos a historias medievales o actuales, primitivas o futuras… Quizá nos falte un John Wayne para vender, como el lo hizo con su querida tierra irlandesa.  Hay oficinas que intentan traer a este poderoso mundo cinematográfico a nuestra región, ahora que se han multiplicado las plataformas para exhibir películas y series. Solo basta recordar cómo los apasionados de Juego de Tronos van pisando las mismas huellas que sus actores preferidos, o como otros escogen la ahora triste Nueva Zelanda para, si hay suerte, encontrarse con hobbits, elfos o enanos. O la admiración que entre los más pequeños despierta el mundo Disney, en todas sus facetas.

Varias provincias de Castilla y León ya cuentan con su Film Comission, también la administración autonómica. Bien solos o con otros no podemos abandonar ese impulso, aprovechar el momento que viven no solo las grandes compañías históricas sino el boom de Amazon, Netflix, HBO…. Por tener, contamos hasta con burgaleses en la meca del cine. La Diputación ya ha hecho sus pinitos, ¿y si nos remangamos ahora?

 

 

La memoria del cine

No serán pocos los burgaleses que todavía retienen en su memoria los nombres de Avenida, Rex, Consulado, Coliseo Castilla, Cordón… como algunas de las salas de cine que a lo largo del siglo pasado albergaba la capital castellana. Todos ellos han desaparecido para dar paso a dos multisalas, una de ellas también con problemas de supervivencia. Y no será porque a los ciudadanos no les gusten las proyecciones en pantalla grande –la televisión, y las series ahora en auge, no son lo mismo, aunque cuentan con millones de seguidores- sino en muchas ocasiones por el incremento de precios que ha hecho al cinéfilo habitual restringir sus visitas a estos lugares que incluyen palomitas y coca colas como parte de su negocio, necesario, para mantenerse.

Hubo una época de oro en la cinematografía burgalesa –que ahora va a recrear en un libro Juan Carlos Pérez Manrique- y pareciera que en estos momentos estuviera todo en declive, salvo que no sea un espejismo lo ocurrido en  la Fiesta del Cine, donde no solo ciudadanos de Burgos, sino de toda España, hasta más de un millón y medio, consumieron en tres días entradas a 2,90 euros, habiéndose registrado previamente en una web, bien es cierto que con una cartelera con atractivo. Aquí, tanto Van Golem como Box, contemplaron filas que no habían visto en su propia historia, coincidiendo el día de más entradas con un partido de Liga de Campeones del Real Madrid. Y tampoco parece un espejismo cuando 80 millones de espectadores en España acuden anualmente a contemplar una película en las salas, manteniéndose el cine como un referente de ocio. Parece que el objetivo de esta gran Fiesta cinematográfica era recuperar el hábito de ver películas en pantalla grande como lugar natural, pero ahora resta saber las conclusiones que han podido sacar todos los implicados, desde las distribuidoras y exhibidoras, hasta el propio Gobierno con su 21 por ciento de IVA.

Una entrada, aparte de ese IVA, tiene el 55 por ciento para la distribuidora, un 42 por ciento para las salas, y un 3 por ciento para derechos de autor. Si cogemos como ejemplo la entrada de 8 euros, tras aplicarse el IVA, restan 6,61  euros, de los que 3,63 va a productoras y distribuidoras, y 2,27 a los exhibidores, las propias salas, y 0,19 céntimos se distribuyen para las entidades de gestión, vamos la SGAE. Que el precio influye es evidente si nos remontamos a que hace 10 años, con 4,80 euros por entrada fueron 143 millones los espectadores, y el año pasado con 7 euros, 94 millones.

Mientras muchos de los productores, distribuidores y exhibidores buscan en la piratería a los culpables. Y otros como Montxo Armendariz  o Alex de la Iglesia en cambio apelan a la distribución y exhibición para que apuesten por rebajar el precio de las entradas. La pelota está en muchos tejados, también, no me olvidaba, en ese maldito IVA.