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Pagar por la información

Este fin de semana se celebraba en Huesca un Congreso de Periodismo que se ha afianzado ya en las citas anuales sobre la profesión. La semana anterior, el encuentro sobre Comunicación tenía lugar en Burgos, un Congreso #iRedes que versa fundamentalmente sobre nuevas tecnologías y redes sociales, que avanza ya hacia su cuarta edición,  y que además del medio millar de asistentes se multiplicaron por treinta las personas a través del streaming en internet. En los dos foros, los protagonistas, tanto periodistas como emprendedores de compañías digitales, o directores de medios en internet (caso de eldiario.es, infolibre.es o elconfidencial.com ) abogaron por la necesidad de que los usuarios, los lectores, deben pagar por la información, ya sea a través de convertirse en socios de la empresa editora como es el digital del burgalés Ignacio Escolar (diario.es ha llegado a los cuatro mil), lo que vienen a ser los suscriptores de un periódico impreso; o por medio del pago por la descarga de los ejemplares a través de diversas plataformas, como lleva tiempo ocurriendo a través de Kioskoymás, Orbyt o con la reciente aplicación creada por Diario de Burgos.  Las dudas surgen al ponerle precio a esos contenidos.

Los ingresos por publicidad en los medios llamados tradicionales ya no serán lo mismo que  hace unos años. Desconozco las cuentas de los diarios de papel, pero me temo que muchos de ellos estén viviendo en la cuerda floja, en números rojos, al caer también la publicidad institucional de una forma exponencial. Durante mis años en Diario de Burgos pude comprobar que el hecho de llegar a algunos puntos de venta alejados de la provincia sabíamos que era deficitario, aunque se vendieran todos los ejemplares que allí se depositaban, pero los principios del propio periódico obligaban a estar presentes en todos los rincones. ¿Se podrá mantener así cuando internet ya llega, y el ahorro de distribución y venta es grande a pesar del hábito de los lectores a ‘tocar’ su periódico de papel? Ahora, además, muchas veces, la dificultad procede de los kioskos que van desapareciendo porque no el negocio disminuye y hay que recurrir a otros establecimientos comerciales.

El asunto, como comentaba, es acertar con la cantidad que los lectores están dispuestos a pagar, y en eso se lo juegan las empresas periodísticas. Y, sobre todo, en mantener la calidad de la información, la que exige el oficio del periodismo, el contraste, el respeto a las fuentes, la búsqueda de la verdad, la investigación. Desgraciadamente, con más de 40.000 licenciados en paro, y con una desproporción tan grande entre la oferta y la demanda en el trabajo, la dignidad de los propios periodistas cuesta más mantenerla y solo el rigor, la profesionalidad y el trabajo podrán salvarla.

Siempre he pensado que lo que se pagaba en el kiosko por un ejemplar de un periódico era excesivamente poco. Y aun así, los lectores se agolpan en la barra de los bares para esperar su turno. Prefieren un café a 80 páginas de droga dura de información por el mismo precio. Hasta los diarios deportivos, seguidos por forofos, ven cómo se van trasladando sus lectores del papel a la red. A la empresa periodística lo que le ocupaba realmente no hace mucho tiempo era el impacto de los anuncios –el número de lectores por ejemplar-, porque los ingresos publicitarios dependían de ello, y no necesariamente la venta directa. Ahora, esos ingresos por la venta son básicos en relación con los publicitarios, y de ahí que estén buscando cuál es el nuevo modelo de negocio que muy pocos todavía han encontrado a través de la web. Pero todos debemos sensibilizarnos que una información de calidad exige un coste. Las tertulias de las radios y las televisiones, por ejemplo, se nutren todavía de lo publicado en los medios escritos. Los periodistas, comemos, dormimos bajo techo, viajamos, trabajamos muchas horas, y no solo a cambio de la firma, también hay detrás familias, hijos y vida.

Creo en la prensa escrita, ya sea en papel o a través de las numerosas plataformas digitales del mercado, porque nuestra curiosidad se remonta más allá de los primeros sapiens. Pero creo también en que esa prensa solo se mantendrá con buenos periodistas, con vocación, sí, pero también con recursos para luchar de forma independiente en un mundo en crisis. Y quizá suponga una revolución que más tarde o más temprano habrá que afrontar. Quizá las grandes corporaciones se vayan sustituyendo por empresas más pequeñas y ajustadas, pero no nos olvidemos, que en medio de toda la vorágine siempre existirán las firmas de aquellos periodistas que nos son referencia y a los que solemos acudir, y el trabajo de un equipo, de una redacción, que le da solidez y veracidad al medio.