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Amigo Félix

Este próximo 14 de marzo se cumplen 40 años del desgraciado accidente que acabó con la vida de Félix Rodríguez de la Fuente. Antes y después de su muerte, varias generaciones de españoles han conocido su vida y su obra. Quizá pueda contemplarse como uno de los mejores divulgadores que ha tenido este país en el siglo XX. Su legado todavía perdura así como su amor por la naturaleza, mientras se mantiene un aura de misterio.

En una carta al director en este periódico, hace escasos días, un lector reivindicaba la figura de Félix en el propio Burgos. Pareciera –afirmaba- que solo hubiera existido un burgalés en la historia, y señalaba a Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, recientemente puesto de nuevo en relevancia por la obra de Pérez Reverte y que se verá continuada por la serie que está grabando Amazon. Es cierto que la leyenda de El Cid se ha engrandecido, tanto por sus defensores como por sus detractores, siendo en ocasiones cuestionada su propia historia. Pero como burgaleses ilustres, y olvidando muchísimos, es fácil recordar a Francisco de Vitoria, o a Simón de Colonia, Diego de Siloé, Juan de Vallejo, Domingo de Guzmán, Saturnino Calleja, Rafael Frühbeck de Burgos, o el propio Miguelón, el cráneo 5 encontrado en Atapuerca y conservado en el Museo de la Evolución Humana que es el más completo del mundo del Paleolítico. Y encontraríamos más artistas, expertos en leyes, financieros, deportistas –como Purificación Santamarta, heroína de varios Juegos Paralímpicos- , políticos incluso…

Pero si es cierta la demanda del lector, en cuanto a que contemporáneo nuestro la figura de Félix emerge sobre el resto, y buena cuenta de ello tiene el auge de la televisión en esos momentos, con una serie tan ambiciosa como El hombre y la tierra, seguida por millones de espectadores a lo largo del tiempo, un programa además inconcluso por su fallecimiento en Alaska mientras grababa algunos de sus capítulos, con el morían además dos compañeros de televisión. Muchas de las imágenes de sus capítulos fueron distribuidas por todo el mundo. El tenía 52 años y un gran proyecto vital por delante. Todavía podemos recrearnos con su forma de contar, con sus grabaciones, gracias al archivo de TVE.

Sin duda, Rodríguez de la Fuente ha sido uno de los ilustres burgaleses que ha pasado a la historia,  junto a los 896 que incluye el Diccionario Biográfico Español realizado por la Real Academia de la Historia y que incluye las biografías de las 40.000 personas más importantes de nuestra historia. Y ahora que nos acercamos a un aniversario de su muerte, bien merece un nuevo reconocimiento de este pozano de pro.

 

 

Vuelve El Cid

No hace falta un elenco de sesudos pensadores para reconocer que El Cid es uno de los personajes indispensables de la historia de nuestro suelo patrio. Y más desde que Charlton Heston y Sofía Loren ahondarán en su inmortalidad.

Mucho ha tardado el Ayuntamiento de Burgos por decidirse a englobar en un Museo o mejor llamarle experiencia a la vivencia del héroe castellano, quizá por el miedo a ser tildado de casposo o probablemente enfrascado en miles de encuestas para descubrir que es lo que puede atraer a turistas del mundo entero.

Probablemente este mundo ahora esté necesitado de caballeros que le hagan confesar a su Rey sobre verdades o mentiras, personas que acaben desterradas pero sigan defendiendo una bandera, pese a las veleidades de venderse al mejor postor. O poseedoras de una de las pocas espadas cuyo nombre ha transcendido fronteras o un caballo cuyo sepulcro se busca por miles de visitantes a Cardeńa.

Su poema es el más épico en castellano antiguo. Ahora parece que hay que buscar una percha para convertir a Rodrigo Díaz de Vivar en uno de los reclamos turísticos de la capital castellana, de su provincia y su Camino, cada vez más hollado a pie, en bicicleta o a caballo.

Bien hallado sea de nuevo El Cid, cuya estatua sigue siendo una de las figuras ecuestres más representativas de España y más fotografiada a pesar del horroroso adorno navideño que le acaban de instalar.

Y probablemente 2015 o 2016 sea su ańo en Burgos, pues al menos por la lealtad que representa,  gracias por volver Ruderico.

Marca Burgos

 

La rejuvenecida sede de Telefónica en la sede de la Gran Vía madrileña –fue el primer ‘rascacielos’ de la ciudad que sufrió los efectos de la guerra-, remodelada a lo largo del tiempo y ahora convertida en su imagen, donde alberga además su nuevo Espacio de la Fundación y su innovadora tienda, será la sede hoy martes de la presentación de la Marca de Burgos en la capital de España. Un evento que se enmarca en el paso del ecuador de la Capital Española de la Gastronomía y que servirá de lanzamiento de una campaña de publicidad en una Comunidad de la que proceden la mayoría de los visitantes que se acercan por Burgos o por su provincia. El mercado madrileño es también mercado nacional, puesto que las acciones que se enmarcan en la capital española tiene una mayor repercusión en todo el territorio del país. Con ese fin, se ha elegido un lugar emblemático en una comunidad que alberga más de seis millones de habitantes, y donde muchos pretenden escapar cada vez que el tiempo y la economía se lo permiten.

La sonrisa de Burgos se extenderá ya más allá de la balconada del Teatro Principal con el objetivo de que no sea simplemente un logotipo sino que revierta en la imagen de la capital y vaya destinado a convertirse, al menos ese debería ser el fin, en un fenómeno socioeconómico que acabe promocionando esos valores que parece que nunca acaban de definir a Burgos y los burgaleses, más allá de los habituales tópicos, alimentados por nosotros mismos, y que niegan muchos de los que nos visitan, una vez que pisan sus calles y charlan con sus vecinos. Ser de Burgos, como de San Sebastián, Zaragoza, Tarragona, Sevilla o Gijón, puede imprimir un carácter, pero el mismo también se adapta a todas las circunstancias. Y no hay más que recordar el Burgos del inicio de los años setenta o los ochenta del siglo XX, al Burgos de la segunda década del siglo XXI. Pocas localidades de Castilla y León habrán cambiado tanto.

Eso sí, sería quizá demasiado pretencioso intentar conseguir que con solo la Marca de Burgos se consiga la instalación de nuevas empresas en Burgos, alcanzar el número 1 en el número de turistas, y trasladar toda la tradición culinaria del País Vasco al Paseo del Espolón. Pero hay que dar pasos en una sociedad cada vez más competitiva y donde las comunidades autónomas, o las propias capitales, se miran unas a otras para ver en qué somos comparables. Por eso, pese a las miles de encuestas realizadas, a los estudios encargados, a las opiniones de los estudiosos, es importante tener claro nuestras diferencias y en qué podemos mantener un liderazgo y alcanzarlo. Pocos territorios pueden tener tres lugares Patrimonio de la Humanidad, como el Camino, la Catedral y Atapuerca, con varias candidaturas además pendientes: las icnitas de dinosaurios, el románico norte, el casco histórico de la capital. Pocos albergan el mayor número de restos fósiles del mundo del paleolítico medio y casi del inferior. Poca gente no sabe qué es la morcilla de Burgos o quién era don Rodrigo Díaz de Vivar. Pero no estaría de más recordar también además de a Miguelón, nuestro hombre de Atapuerca, a los  padres de la reina Isabel, enterrados en el increíble mausoleo de la Cartuja de Miraflores, o los sepulcros de las Huelgas, 30 de ellos reales, un lujo para los ojos.

También hay muchos peros, aunque uno me come las entrañas cada vez que vuelvo por la autopista desde Barcelona o Zaragoza hacia Burgos que anuncian el ‘Bilbao Exhibition Centre BEC’ cada pocos kilómetros. Ya utilice este espacio para solicitar una señalización mejor, y aprovechando la expansión de la Marca, reitero mi petición.