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Educación en las nuevas tecnologías

Son pocas las personas a las que les guste a la hora de  contestar a un interlocutor encontrarse con una persona que esconde su identidad; sin embargo, tanto en las páginas webs de algunos medios de comunicación como en ciertas redes sociales –Twitter más que Facebook-  nos hallamos con personas que se esconden en el anonimato para ejercer su crítica, en algunas ocasiones constructiva, y en otras absurda, y como en todo hay que separar el grano de la paja, pero sería más fácil admitir el ataque si quien lo hiciera aportara además de sus razones sus señas de identidad, y no un apodo o el nombre del protagonista de su serie preferida, aunque esta sea House, pero la ironía y acidez del doctor no se consigue con tanta facilidad.

Y ocurre en las redes, porque si bien en Facebook puedes aceptar a aquellos que quieren convertirse en tus ‘amigos’ en Twitter hay total libertad para convertirte en seguidor de Obama o de Hugo Chavez, y de enviarle los mensajes que estimes oportunos, aunque estos personajes no los lean, por lo que el trabajo de los troller se dirige más a los ciudadanos nacionales y locales que a los mundiales, donde ni Shakira ni Oprah Winfrey, por poner dos famosos con más de seis millones de seguidores en la red del pajarito, les dedicarían ni un segundo. Y los insultos, al menos califican al que los hacen, pero la suplantación de personalidad en algunos casos es lamentable.

Pero no es solo eso, sino que estamos perdiendo la educación en las redes. Ya no son las mínimas normas ortográficas que nos olvidamos en el SMS, sino las elementales formas, y el uso del móvil y de las Nuevas Tecnologías deberían exigir un mínimo de compostura, que todos perdemos, por ejemplo, cuando durante una reunión nos dedicamos a leer y contestar los mensajes del correo o del móvil en nuestro aparatejo cuando no pasa nada por esperar a que termine el encuentro para devolver los mismos. Es cuestión de prioridades, y de momento una persona presente tiene más que uno ausente.

Luego está la costumbre –más bien mala que buena- de tener encendido el teléfono durante las comidas, ya sea familiar o de negocios –vivimos para trabajar o trabajamos para vivir-. Si está esperando una llamada que para usted es urgente, lo mejor es que advierta a sus acompañantes, y que deje el móvil en modo silencioso. Cuando reciba una llamada urgente, que las hay, lo correcto –al menos hasta ahora- es salirse de la reunión para responderla, y si no puede, hable bajo o susurre, y no pretendamos alargar la conversación más allá de lo necesario.

Todos conocemos lo que ocurre en autobuses, trenes u otros medios de transporte, donde nos asomamos a la vida pública y privada de muchos viajeros gracias al tono y a su móvil. O en las redes sociales donde encontramos fotos de grupo de repente, sin comerlo ni beberlo. Siempre que cuelgue alguna, aunque le cueste, consulte a los que allí aparecen, o estaremos violentando su intimidad.

Las mínimas normas de educación no son de épocas pasadas, se mantienen en el tiempo, aunque algunas formas quizá haya que adaptarlas a los tiempos.

Políticos desenredados

Apenas suman sus respectivos partidos 200.000 seguidores en las principales redes sociales en España, individualmente incluso reciben más ‘followers’ que las siglas a las que pertenecen, pero la moda de algunos políticos de formar parte de las nuevas tecnologías no parece que atraerá votos nuevos, sino que simplemente sumará algunos de sus ya parroquianos. Pocos dudan de que hay que formar parte de este fenómeno (2.000 millones de personas en todo el mundo han creado su perfil en Facebook, twitter, linkedin, youtube…, aunque un porcentaje menor sea realmente el que le utiliza de forma diaria), pero todavía se aleja mucho de adquirir las ventajas que las redes tienen, y que no han sabido o querido explotar.
Hay, sin embargo, directores de periódicos en nuestro país que han conseguido una conversación directa con sus lectores, han generado debate, y entre las personas que les siguen hay muchos que comparten sus tuits -en el caso de twitter-, pero otros tantos que critican sus 140 caracteres que les caben en la pantalla, una utilidad de la que se alejan bastante los propios políticos. El pasado viernes, por ejemplo, mientras se celebraba la convención de candidatos populares en Burgos con la presencia de Rajoy, mientras unos, los tuiteros políticos afines, se ocupaban -lógicamente- de reiterar algún mensaje de los principales discursos, los otros, los de la oposición, simplemente los criticaban. El sábado, la convención socialista en Valladolid, sin embargo, se convirtió en tendencia (’trendingtopic’) durante un momento por la mañana en nuestro país, pero una vez más los que utilizaban la marca (’hastag’) eran exclusivamente los propios asistentes al encuentro. El ciudadano ‘común’, mientras tanto, se mantenía alejado del supuesto debate.
Obama marcó un hito, sin duda, y todavía cuenta con 20 millones de seguidores en todo el mundo en Facebook, pero su feedback ha cambiado con los internautas, quizá desde que no puede utilizar la blackberry para contestar de forma directa su impacto sea diferente, en una red donde Shakira parece imponerse con 27 millones de personas, y donde el presidente de Estados Unidos fue una auténtica estrella.
Cuando falta comunicación por parte de nuestros representantes en aquello que se denomina precisamente redes sociales, es largo todavía el camino para recorrer. Bien está que sea un sistema novedoso de anunciar proyectos, de vender eslóganes, o de azuzar al contrario, sin embargo, da la sensación, y ojalá me equivoque, que salvo contadas excepciones es muy poca la interlocución con los posibles votantes y eso que día a día se multiplica la presencia de los políticos especialmente en twitter, la red que está creciendo exponencialmente, pero donde según algunos estudios el cincuenta por ciento no son usuarios activos, y eso que para futbolistas y artistas parece convertirse su uso en un auténtico vicio.