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Viendo la tele

Como ante la televisión, casi nunca lo hago, pero la semana pasada ha sido un poco complicada, ya saben, obras en casa, líos en el trabajo. Veo La 1, cadena que por cierto me parece que no está tan politizada como aseguran algunos portavoces populares. Escucho que Corcuera, el exministro que se presentó por Burgos por su origen en Pradoluengo, y que no volvió a pisar las calles de esta tierra, se enfrentó con un policía local en Sevilla en plena Feria de Abril diciéndole que no sabía quién era él. Al de la patada en la puerta no le vas a pedir que guarde las formas. Pero él es un simple ciudadano como yo, debe respetar la autoridad y por eso le han juzgado. Recuerdo que al poco de llegar a Burgos también un respetable concejal en un pequeño incidente en la calle me dijo que no sabía quién era él. Le olvidé.
En otra noticia escucho a González Pons (la televisión pública peca de mucha política, pero casi lo prefiero a un encadenamiento de un suceso tras otro) afirmar que Rajoy cuando gobierne tendrá que escuchar a todos los grupos políticos. Evidente. Pons sigue en sus trece con la porción de soberbia que aleja a posibles votantes, y sobre todo con ninguna humildad que es la que merecen todos los ciudadanos antes de unas elecciones para afirmar quién será el próximo presidente del Gobierno. Pocos dudan que este país merece un cambio radical, pero eso no exime a algunos responsables populares a bajar al suelo y sentirse como muchos de los españoles lo hacen, sumidos en la crisis, en un ERE, en una bajada de sueldo, pendientes los autónomos de pagos de las administraciones…
Llega la noticia de salud y es el Día del Corazón. Sacan a un tipo que acaba de sufrir un infarto, a otro que dice que la solución es comer poco y andar mucho y a un médico que confirma que la obesidad lleva a la hipertensión y la diabetes. Me miro satisfecho por los avances producidos este año, pero lamento los que me quedan todavía para el resto de estos tres meses. Espero lograrlo. Otra noticia más de salud es sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. A la ministra de Sanidad no le preocupa que 6 de cada 10 menores de 18 años beban todas las semanas, lo que le intranquiliza es la cantidad de lo que beben. Ninguna de las administraciones, ni las locales -no hay más que comprobar el caso de Burgos-, ni las nacionales, han combatido el botellón, quizá sea ya el momento, porque mañana puede ser tarde.
Acaba el telediario con el Barcelona y con Messi, lamentablemente el próximo equipo al que se enfrentan es el Sporting. Recuerdo con nostalgia, mientras contemplo el gol de Villa en la Liga de Campeones, que el año pasado ganamos al Madrid y empatamos con este Barça de Guardiola y sueño de nuevo con la victoria sportinguista.

Autonomías sí

Quizá para los asturianos que nos creemos que Asturias es España y lo demás tierra reconquistada a los moros, o los que pensamos que el paraíso natural estuvo en tierras norteñas, o que disfrutamos y sufrimos con las subidas y bajadas del Sporting, con la Santina, con el orbayu que te moja como calabobos o para quienes decir que ¿Podrías explicármelo otra vez? supone ¡Cagun mi mantu nun tiendu na!, ser autonomistas no nos resulta necesario. Somos asturianos, grandones, y punto.
Pero las autonomías han traído a España un montón de beneficios, si se mantiene la caja única y si todos somos iguales. Es cierto que hay un cierto debate público en estos momentos en los que opinan expresidentes y ciudadanos de la calle sobre este Estado en el que llevamos ya treinta años y que ha visto peligrar su bienestar debido a la crisis económica y a su mala gestión. Y precisamente el uso y abuso de la multiplicación de administraciones hace que incluso se puedan observar razonamientos correctos en busca de la supresión de diversas instituciones en pos de rebajar la carga del gasto público. Para qué un ayuntamiento, una diputación, una delegación autonómica, un gobierno regional, cada uno con sus correspondientes órganos legislativos, si muchos de ellos tienen órganos duplicados y no se atreven a contarnos sus funciones.
Es cierto que todavía no ha acabado la segunda descentralización, y que la primera, la del Estado central a los entes autonómicos, ha creado profundas diferencias entre regiones que poco a poco se deben evitar. No es de cajón que un profesor, un médico, un polícia local o un funcionario de prisiones tenga distinto salario según el suelo que pise o la lengua que hable. Y tampoco es de recibo que de lo mismo la deuda que asume cada una de las autonomías. Las que han cumplido los deberes, como la nuestra, la de Castilla y León, podrán endeudarse más. Las otras, que se aprieten el cinturón. Y es en eso donde notamos los ciudadanos que no somos iguales y que para algunos hay barra libre. También es un despropósito la cantidad de puestos de trabajo que se han multiplicado en las administraciones sin conocer muy bien sus ocupaciones. Pues aclarenlo, para que los votantes sepamos si estamos creando un gran monstruo o si al contrario son necesarios.
Pero estoy seguro que a pesar de los pesares las autonomías han mejorado la sanidad, la atención social de nuestros mayores -a pesar de todo lo que queda por hacer y de la soledad de muchos-, la educación de nuestros hijos -pese a fomentar demasiadas universidades en vez de aumentar la calidad de las mismas-, la protección a los más desfavorecidos, la mejora del patrimonio y del medio ambiente… Evidentemente hay actuaciones que corresponden al Estado y otras a entes menores, pero igual que el asturiano no necesita mucho empeño para proclamar su procedencia, también me siento castellano por la sangre que corre por mis venas. Y esta Castilla merece la pena defenderla y protegerla.