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Las enfermeras de la curva de la tercera en el Hospital

Esa noche se me apareció un ángel, cada dos horas puntualmente cambiaba el suero, renovaba el antibiótico y los calmantes, y me preguntaba cómo iba tras la operación. Luego me enteré que se llama Jessica y que  trabaja entre la media y la curva de la tercera planta del Hospital General Yagüe de Burgos,  allí donde van destinados los pacientes de cirugía (en el argot, la planta está dividida en tres espacios: curva, media, recta). Yo acabé en la curva, en una habitación con vistas, un compañero inicialmente silencioso y con la mejor atención del mundo.  Porque Jessica fue solo el principio, le siguieron Natalia, Ana, Ámparo, Maite, Mariam,  María José, Inma y Yolanda, el mejor equipo de enfermeras que me he encontrado, aunque estoy casi seguro que si mi destino hubiera sido otro, la dedicación habría sido la misma. Pero a mi me tocó este espacio, con una decena de habitaciones, y con ese grupo de grandes profesionales. Junto a ellas Merche, Begoña, Mari Cruz, Araceli y Elvira completan el trabajo como auxiliares y Maribel arregla la habitación cada mañana. Sería cicatero si no ampliara la nómina a todo el servicio de urgencias y a los médicos de Cirugía, especialmente a Iván, pero hoy quiero hablar de ellas, de las de la curva de la tercera.

No sé si alguien les ha escuchado ahora que estamos en pleno traslado al nuevo Hospital Universitario, pero quienes tendrían que hacerlo deberían. Hace tiempo oí que lo más importante de un espacio no es la jaula, sino los pájaros. Es cierto que uno de los aspectos principales a la hora de prever un centro sanitario  es buscar la comodidad del enfermo y que habría que erradicar las habitaciones de cuatro y tres personas y tender hacia las individuales, sobre todo por facilitar la intimidad y evitar el perjuicio a posibles compañeros en función de las propias necesidades, pero que nadie espere cuando tiene que ser ingresado  que vaya a pasarlo más o menos bien, o a conseguir horas de sueño en la convalecencia, son muchas las circunstancias que se lo van a impedir. Lo que si va a hacer es comer, si su dieta se lo permite, y bien: servir más de 300 desayunos, comidas y cenas diariamente con la calidad que cocinan en el HGY es digno de aplauso. Lo que va a ocurrir es que cada vez que un paciente toque el timbre aparezca al poco tiempo una auxiliar o una enfermera preguntando por sus necesidades,  y que el médico que pasa por las mañanas lo haga siempre con un buenos días y probablemente con una sonrisa.

Es bien sabido que el trabajo sanitario es eminentemente vocacional, si no, no es posible que hayan desaparecido las malas caras o los gestos adustos. No es fácil comerte tus  problemas cuando tu ocupación es atender a los demás, gente que además padece algún tipo de enfermedad, y presionado por los familiares que en todo momento quieren conocer la situación de su ser cercano. Si lo ejecutas de forma funcionarial puedes acabar con esquizofrenia.

La salud se ha convertido prácticamente en la necesidad primaria y la presión asistencial con que trabaja todo el colectivo es alta, entiendo por ello que en época de vacas flacas puedan pedir un impuesto que ayuda a cubrir los gastos sanitarios, o que haya que abonar un porcentaje más alto por los medicamentos –siempre que tus ingresos te lo permitan-, e incluso aunque fuera de forma testimonial y voluntaria dar una mínima cantidad por hospitalización, que repercuta en beneficio de las mejoras en el trabajo que ofrecen médicos, enfermeras, auxiliares. Se imaginan si se aportara lo mismo que lo que se gasta en la tarjeta de la televisión en las habitaciones…

El hospital parece una máquina bien engrasada, a buen seguro que en su interior ocurrirán cada día decenas de problemas, en la que es una de las mayores empresas de Burgos, pero  lo que transciende a los enfermos o a sus acompañantes es un alto espíritu de servicio y también un buen trabajo en equipo. Quizá en el nuevo hospital ya haya duchas en todas las habitaciones, desaparezcan las triples, las televisiones sean de plasma, y las vistas inmejorables, pero cambiaría todo ello por las decenas de buenas caras que observas desde que a las siete de la mañana se hace la luz en esa inmensa mole. Gracias a la curva de la tercera. Que os vaya bonito.

Columna publicada en DB el 30 de abril