Bonos al consumo, punto de partida

La prueba de que los bonos al consumo han resultado un rotundo éxito es que se acabaron al poco tiempo de sacarlos a la ‘venta’. Sin duda han sido una gran ayuda y un revulsivo para el pequeño comercio, ese que habitualmente se encuentra en el centro y los barrios de las ciudades, creado por los sufridos autónomos, en el que la mayoría del empleo es familiar, y que crea continuos quebraderos de cabeza.

Da lo mismo que la idea no haya sido original del Ayuntamiento de Burgos si cuando copiamos se hace bien y con acierto. Porque a veces fusilamos ideas que son rotundos fracasos, como puedes ser el caso del aeropuerto de Villafría. Con los bonos dos campañas, dos conquistas. Si bien en el tema de la hostelería faltaría el remate y más cuando se anuncian subidas de precios debido al aumento del valor de las materias primas, que por cierto poco repercute en los productores en el caso de agricultores y ganaderos, y todavía está por cumplir la promesa del presidente Sánchez de que en 2021 pagaremos por la luz al final lo mismo que abonamos en años anteriores.

La importancia del pequeño comercio en nuestros cascos históricos, en nuestros barrios es esencial. No solo por la creación de empleo y el mantenimiento de las fuentes de ingreso de miles de familias, sino porque es la principal forma de darle vida a nuestras calles y más en una ciudad como Burgos que en otoño y en invierno hay que proponerse salir a la calle para pasear y comprar. Es una batalla también contra la gran invasión de las plataformas de venta que han sabido ganarse al cliente con su eficacia, hasta ahora con sus precios –que ya comienzan a elevarse- y también por su comodidad a la hora de buscar un producto y de que te llegue a casa por un módico precio.

Pero los comerciantes deben reinventarse, hartos están seguro de escuchar esa palabra de asociaciones que les agrupan, de asesores, de los propios colegas… No vale que una administración local utilice sus recursos para ayudarles porque lo mismo debería hacer con otros sectores –por ejemplo, la demanda de los gimnasios- si al final ellos no ofrecen un mejor servicio, una atención personal, buena calidad a un mejor precio y oferta. Particularmente estoy encantado cuando me acerco a un local y me llaman por mi nombre. Eso no podemos perderlo nunca, que no vivimos en Madrid, Barcelona o Valencia. Hay por ejemplo una gasolinera entre Valladolid y Burgos donde una vez que te llenan el depósito –cada día mucho más caro- te ofrecen un caldo que no viene nada mal. Allí me tendrán cuando sea necesario repostar. Hay bares donde te ponen unas aceitunas o unos cacahuetes –no voy a pedir las tapas de Granada, ni los pinchos de Gijón- pero el detalle siempre vale, y de eso deberíamos ocuparnos

Bien por los bonos al consumo, bien que se puedan repetir en esa tan temida cuesta de enero. Bien, pero si nos ayudan también a mejorar el servicio.

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