Archivo por meses: enero 2022

Muchos peatones muertos

Cuatro fallecidos por atropello en apenas unos días son muchísimos, y si además lo son atravesando un paso de cebra, la situación empeora bastante. No es fácil comparar los datos de la ciudad de Burgos con otras similares, porque al producirse en suelo urbano la Dirección General de Tráfico no maneja estadísticas, sino que pertenecen a las policías locales, por eso desconozco si en otras urbes similares en población ocurren los mismos o similares percances, no solo con peatones, sino también con ciclistas o con los ‘artistas’ del monopatín, de los que muchos pensaba mos que iban a sufrir más al ‘viajar’ por las calzadas, pero es cierto que en este caso han reducido su número y que el uso del carril bici es el más habitual y más seguro.

Las razones de estos desgraciados sucesos pueden ser aparentemente fáciles de explicar. Que no se respeta la velocidad en las vías urbanas (30 y 50 kilómetros hora a muchos conductores les parece paso de tortuga), que alguno va más chutado de lo normal, que cuando se hace de noche no en todos los lugares la luz es suficiente y esto es más que evidente en alguna que otra avenida, que no miramos los peatones al pisar la calzada porque entendemos que tenemos todos los derechos a atravesar sin girar la cabeza -y desde el coche ves muchos casos-, que otro vehículo puede reducir la visibilidad, o alguien decide frenar de golpe porque ha visto un hueco para aparcar …

Siempre me ha sorprendido que no existan más accidentes, por ejemplo, en el entorno de los colegios. Desde hace unas semanas se están vigilando más, pero hasta algunos padres se permiten el lujo de aparcar en doble fila tapando la visión completa del paso de peatones.

Cuando existían los parques infantiles de tráfico aprendíamos las normas de conducta para diversas situaciones desde pequeños e intentábamos cumplirlas al salir a la calle. Ahora, cuando un semáforo se pone naranja aceleramos a ver si con suerte lo atravesamos en el mismo color, o en rojo. Atravesamos un paso de peatones con semáforo aunque lo tengamos prohibido, salvo que unos niños se encuentren en la acera de enfrente y por una mínima vergüenza esperamos a que vuelva el color verde para no dar mal ejemplo.

Evitar los atropellos se puede,  quizá haya que recetar más multas, iluminar mejor… pero depende mucho de la conducta de los propios ciudadanos que a veces se convierten en pilotos de Fórmula 1, o de aquellos otros viandantes que cruzan por mitad de una avenida para no andar los 20 pasos que le separan de un semáforo o de un paso de cebra. Por no apuntar a los que no miran porque piensan que las rayas del suelo le salvan de posibles accidentes. No somos buenos conductores en esta tierra, y si no intenten recordar las veces que no han puesto el intermitente cuando deberían indicarlo.

Lo que perdimos con internet

 

Para muchas generaciones es complicado imaginar su vida sin internet. Para aquellos que siguen jugando su partida de cartas diaria en el bar de toda la vida todavía queda algún rescoldo de cualquier tiempo pasado fue mejor ¿o peor? Ha sido uno de los inventos más importantes de nuestra historia reciente, en el que colaboraron numerosas personas, pero seguro que no recordamos el nombre de alguno de ellos. Leonard Kleinrock inventó la tecnología básica de Internet, Ray Tomlinson introdujo la mensajería electrónica, y Tim Berners-Lee desarrolló el lenguaje HTML y el sistema WWW en 1990.

Y claro que hemos perdido cosas con la red de redes, lo primero la paciencia, esperamos tener acceso al segundo en cualquiera de nuestros dispositivos. Y conectarnos a través de un PC y que una ruedecita comience a dar vueltas nos puede sacar de quicio en un tris. ¿Qué hemos hecho con las enciclopedias que ocupaban gran parte de la librería de nuestras casas? ¿Y podríamos vivir durante unas horas al día sin un móvil? Lo planteaba en esta Página Par la semana pasada, que se ha dejado de mirar a los ojos para contemplar una pantalla, lo que hemos abandonado.

¿Hemos descuidado también nuestra intimidad por publicar algunos platos que nos gustan en Instagram? ¿Hemos aumentado nuestro ego por mostrar lo que nos exigimos con nuestro entrenador personal? Compartimos lo que vemos o las tabletas nos han vuelto más individualistas. Las grandes compañías tecnológicas no pretenden hacer un mundo mejor, sino ganar dinero, como toda empresa que se precie, por mucho que hayamos encontrado el amor de nuestra vida en alguna plataforma o descubierto el cine clásico en otra, no podemos caer en la ingenuidad de su presumible bondad.

Y la ilusión que encontramos cuando nos sorprendemos al llegar a nuestro buzón y recoger una carta escrita a mano, cuántas veces nos habremos hecho el propósito de volver a las tradicionales felicitaciones navideñas antes que encontrarnos con un WhatsApp, personalizado sí, pero que deja traslucir muy pocas intenciones.

¿Y se acuerdan cuando necesitaban coger un taxi en Madrid y como el conductor echaba mano de un pedazo de libro para encontrar la calle a la que nos queríamos dirigir y el número de la misma? Con el tom tom cualquiera nos atrevemos a alcanzar una vía desconocida buscando el aparcamiento más cercano. Evidentemente, internet nos ha cambiado la vida, probablemente para mejor, aunque ahora no dejes de trabajar nunca, porque llevas en ese Smartphone tus archivos, tus correos, tus mensajes y nada indica que te encuentras de vacaciones, salvo quizá alguna foto de instagram al que no todos tienen acceso. Porque si algo vamos descubriendo también es que ya  no dejamos al albur de toda la red aquello que vamos publicando, sino que lo reservamos para nuestros conocidos y amigos, quizá es que vamos recuperando ese pudor que la web nos hizo perder, y eso no está nada mal.

 

 

Levanta la cabeza

Se emite estos días una campańa de publicidad en una cadena de televisión cuyo eslogan es Levantar la cabeza, avalada por una entidad financiera, para hablar de responsabilidad y seguridad. Aparentemente la imagen es de un pequeño movimiento de la mirada hacia el móvil a dirigirla a todo nuestro entorno. Ligero cambio pero que significa mucho, es algo más que un gesto, es volver a mirar a los ojos de las personas que nos rodean mientras conversamos, es comprobar si está triste o alegre en su cara porque pese a todo es el espejo del alma, y alejarnos de la tiranía de ese pequeńo artefacto convertido en nuestro acompañante más fiel y que sería probablemente una de las cosas imprescindibles que nos llevaríamos si fuéramos a vivir a una isla, demostrando una vez mas la incongruencia de nuestras acciones.

En qué nos hemos convertido cuando estamos más pendientes del resultado minuto a minuto de nuestro equipo de fútbol o de la chorrada del último mensaje del penúltimo grupo de whatsapp que de las preocupaciones de nuestro hijo. Sirva también la exageración para comprobar que de inútiles tecnológicos nos hemos convertido en expertos mundiales gracias a la rapidez del buscador de Google.

Ya los expertos anunciaron hace tiempo que nuestra vida iba a ser  móvil , pero por favor levantemos la cabeza aunque solo sea por el bien de nuestras cervicales y porque ya pasamos en muchas ocupaciones sentados delante del ordenador, lo que ha convertido al pilates al deporte más practicado en los últimos años , porque no solo triunfa por moda sino por necesidad de nuestra espalda.

Levanta la cabeza para contemplar un paisaje antes que hacerle una fotografía , para conversar con un famoso en lugar de hacerte un selfie, para dar las gracias a un amigo pese a que te suena un pitido en tu bolsillo y sobre todo busca momentos y acuerda con los otros el momento donde dejareis apartado ese teléfono inteligente para hablar y contemplar, y que no te preocupes si no estas localizable en cada segundo, que si es urgente ya te encontrarán. Nada hay definitivo salvo la muerte. Precisamente, una persona de la que me considero fan desde hace tiempo, Antonio Banderas, declaraba recientemente sobre su ataque al corazón: Cuando me muera no me voy a poder llevar dinero, esto que parece muy simple la gente no lo entiende. La gente vive como si no se fuera a morir. Yo cada día alucino más: pero si te vas a morir, tío ¿qué cońo estás haciendo acumulando gilipolleces?

Qué cońo. Levanta la cabeza. Feliz ańo 2022. Confiemos que sea el momento en que se reencuentren todos nuestros abrazos.