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1,5 millones de españoles seremos enfermos de alzheimer en 2025

Ya les he comentado que tengo un amigo Guillermo Nagore –pueden seguirle día a día en twitter @gnagore y en Facebook- que lleva caminando desde Santiago de Compostela con destino a Jerusalén desde comienzos de año, y con un reciente problema en el dedo meñique de su pie derecho, que le ha obligado a operarse en Zagreb (gratis como un inmigrante más, según cuenta en un tuit), donde ahora para, y le han recomendado unos días de reposo. Guillermo es un tipo grande, e insiste en que cada 4 segundos se diagnostica un caso de Alzheimer en el mundo, y que hay dos caminos, silbar mirando al monte o hacer frente al problema.

Guillermo ha hecho frente al problema, se ha echado la mochila al hombro y paso a paso por esta vieja Europa lleva proclamando la necesidad de una política de Estado en favor de estos enfermos y sobre todo de las familias y cuidadores que comparten con ellos gran parte de su vida. Su proyecto se llama ‘La memoria en el camino’ y es fácil de encontrar en Internet. Con Guillermo tuve la ocasión de trabajar en uno de los mejores años de mi vida, en un periódico que apenas duró 365 días en Pamplona, pero que se convirtió en una auténtica aventura con un equipo que se dejó la piel cada uno de esos segundos, pero no pudimos combatir contra los gigantes. Tengo que confesar que nunca me imaginé a Guillermo aguantando más de 3.000 kilómetros como los que lleva ahora, y los que le quedan hasta la Ciudad Santa, con su pitillo permanente y su voz desgarrada. Pero ahí está, y con el, el aliento de más de 800.000 pacientes y todas sus familias, que son las que acompañan esta dolorosa y triste enfermedad.

 

Presentación del documental La memoria en el camino

Y el aliento de cientos de miles de cuidadores anónimos que comparten con los pacientes gran parte de la jornada en esos Centros de Día, escasos pero necesarios, para paliar el efecto que a los familiares más cercano les produce la atención a una persona con alzheimer, porque el cariño no suple el cansancio, ni la fatiga mental, ni la buena cara. Podemos querer mucho, muchísimo, a un ser querido, pero las enfermedades mentales, exigen una enorme atención, que no permiten ni un momento de despiste, y que reclaman además un enorme altruismo, debido a una política sanitaria errática con esta enfermedad.

En España actualmente el treinta por ciento de los mayores de 80 años tiene Alzheimer, se eleva al cincuenta por ciento si tienen más de 85 años. Es por eso  fundamental esa Política de Estado por la que Guillermo va a realizar esta hazaña, que apoye a las familias con enfermos de alzheimer, que proteja jurídicamente a los afectados, que se desarrollen programas y protocolos de detección precoz, que se mejore la capacitación de todos aquellos profesionales que van a ejercer de cuidadores… Para todo ello se ha creado una Alianza por el Alzheimer con los principales agentes implicados, no se olvide que en apenas diez años se duplicarán los pacientes con esta enfermedad, y que usted y yo bien podemos estar en esa lista.

 

No somos como ellos

Saben,  me revienta que Uribechevarría Bolinaga no cumpla la totalidad de la condena por beneficios que ofrece la ley para los enfermos graves. Es cuando me planteo si la ley debe ser igual para todos. Me revienta que el tipo que mantuvo a Ortega Lara 532 días en un zulo bajo tierra, sin apenas comer y sin ver la luz del sol, y dejándole morir de inanición esté ahora libre en una habitación de hospital en San Sebastián, a escasos metros de donde falleció de un tiro en la nuca Miguel Ángel Blanco.  Ese mismo tipo que llegando con Garzón al garaje donde estaba secuestrado el funcionario burgalés en Mondragón dijo que allí no había nadie, hasta que varios guardias civiles corrieron un torno y el etarra se vino abajo por unos momentos.

Pero me gusta saber que no somos con ellos, y que tenemos la capacidad de perdonar, por más que a veces nos duela, aunque entiendo a todos aquellos que defienden que Bolinaga se quede en la cárcel hasta sus últimos días y que se pudra en ell. Sus asesinatos y sus secuestros deben ser pagados sin duda. Pero también comprendo a los que han puesto los resquicios de la ley por encima de sus sentimientos, sabiendo además que estamos en un momento donde parece haber finalizado la violencia terrorista y que algunos gestos para muchos dolorosos harán que las víctimas tengan que tragar  desgraciadamente su enojo, quizá sin toda la justicia y el resarcimiento moral que merecieran.

Todavía recuerdo, a pesar del tiempo transcurrido, aquellos quince minutos que cada miércoles en silencio se pedía la libertad de José Antonio. Todavía se engallece la piel con cada aplauso al final de las convocatorias. Y aquel primero de julio de la liberación, y el recibimiento en la calle Eladio Perlado de Gamonal y cuando a los pocos días nos recibió en su casa a Alberto Rodrigo y a mi con un álbum de fotos de lo que había ocurrido en Burgos durante los 17 meses que él estuvo enterrado en una corriente general gritando libertad. Y el año que pasamos Belén y yo escribiendo el libro de su secuestro, y el respeto y  a veces miedo en ahondar en el mundo de ETA, y cuando nos contaron que BOL era Bolinaga, y nos lo creímos, aunque al final pensamos que esa no era la versión cierta y encontramos otra explicación más compleja para iniciar los pasos para su liberación. Y ver el zulo. Y hundirte.

Pero no somos como ellos. Tenemos dignidad, y esa es la que me permite pensar que un tipo, el de la peor calaña, tiene derecho a pasar los últimos días de su vida, de su maldita vida, al lado de los suyos, y creer que en el último momento se arrepentirá de todo el mal que hecho, y aunque sea susurrando pida perdón por todos sus desmanes.

Publicado en DB el 17 de setiembre de 2012