Archivo por meses: octubre 2021

Necesitamos sabios

Cleóbulo de Lindos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Periandro de Corinto han pasado a la historia como los siete sabios de Grecia, recordados por aforismos como La moderación es lo mejor o la máxima Nada con exceso, todo con medida . Se les atribuye también la frase No desees lo imposible. E incluso en tiempos de incertidumbre Debes saber escoger la oportunidad.

Hay asuntos en la política que merecerían contar con un Ágora para debatir entre filósofos y sabios y alejar a mucha distancia a los políticos. Estos temas los podrían escoger ustedes amigos lectores con el sentido común. La educación es uno de ellos, la escolar y la ‘buena educación’. Llegar al consenso imposible en que nos encontramos actualmente. Igual que la justicia, la legal y lo que significa dar a cada uno lo suyo, la social,  y dejar de escuchar en el Congreso si un individuo merece o no un salario mínimo digno.. Que lo debatan los sabios y claro que lo merece. Sin colores partidarios ni partidistas, que busquen lo mejor para esta especie humana nuestra. Y como la educación y la justicia, la salud, lo que más añoramos cuando no la tenemos, y cómo evitar batallas políticas o personales que alejan de lo que debe ser la ocupación de los galenos: hacer de la vida de los enfermos la primera de las preocupaciones. Corremos el peligro de convertirnos en unos inútiles o en unos chapuzas. Hay temas que son endémicos como las listas de espera, con cualquier gobierno, pero no es menos cierto que se puede trabajar con eficacia o no, o se pueden ir colocando trampas en el camino. ¿Importa si el color es naranja, azul o rojo si eres competente? Parece que sí.

No podemos encontrarnos permanentemente que por el hecho de estar en la oposición sistemáticamente haya que enfrentarse a cualquier propuesta de un gobierno local, regional, nacional o europeo…. Y viceversa.

Lo acabamos de ver en los presupuestos del Estado. Hay asuntos de los que podrían olvidarse nuestros sabios, pero no nuestros políticos, por el futuro de nuestro país, porque no estamos aislados del resto del mundo: las infraestructuras, por ejemplo, o la cultura, o la economía, o el acceso a internet, o el mundo rural, o esa España que se vacía porque no hay igualdad de oportunidades en todos los lugares. Discutan, eso sí, no son necesarios tantos para salvaguardar a España, y solucionen muchos problemas que los hay y busquen un grupo de personas instruidas, inteligentes, prudentes, estudiosos, pensadores, juiciosos… universales que sin colores algunos se afanen con sentido común –el menos común de los sentidos- por el bien también común.

145.000 mayores solos

No es la primera vez que esta Página Par aborda el tema de la soledad de nuestros mayores. Ni desgraciadamente será la última. Vivimos más años,  supuestamente nos cuidamos más, pero nada más y nada menos que 145.000 personas mayores se encuentran en situación de soledad en Castilla y León. La noticia que leía hace unos días en este periódico señalaba que era un desamparo ‘no deseado’ a pesar de que aumentan los singles, las separaciones, les aseguro que con los años crecen las manías (calculen que cada 10 años sumamos una, pero solo se dan cuenta quienes nos conocen y además no se atreven a decírnoslo y cuando lo  hacen ya es tarde), y nos aguantamos menos. No queremos el aislamiento, pero nos lo buscamos a conciencia a veces.

Y no han salido bien parados los ancianos de esta pandemia que todavía nos tiene ocupados. Han perdido muchos a personas con las que habían convivido casi toda su vida. Todavía tienen miedo para relacionarse. Las circunstancias vitales van cambiando y  la gran mayoría disfrutan de su familia con poca frecuencia. No hay plazas en residencias accesibles económicamente, y realmente donde un anciano quiere vivir es en su casa, en la que conserva sus recuerdos y sus sueños.

Parece que la Junta de Castilla y León ha diseñado un plan estratégico contra esa soledad no deseada y el aislamiento social y al que dedicará más de 100 millones de euros. Que nuestros políticos detectan los problemas en la mayoría de los casos es evidente, otro asunto es si hay soluciones para los mismos. Y hablamos en una zona de España con una densidad de población en algunos territorios similar a la de Laponia. Me gusto de Fernández Mañueco que les dijera en un encuentro con los mayores para hablarles de este plan que ‘Nunca caminaréis solos’:  si nuestros próceres les acompañan como la afición del Liverpool a su equipo, en las duras y en las maduras, podremos fiarnos sino no me atrevería ni a hacer una sola propuesta en para ese plan.

No es fácil la solución. Hay ONGs en Burgos –en entidades sociales o en parroquias- que acompañan a las personas solas, que en ocasiones lo que necesitan es un rato de conversación o una sonrisa, a personas que lo han dado todo y se  van quedando en el camino.

A los que somos unos nostálgicos, a veces por la tarde aburrimos a nuestros compañeros mientras trabajamos escuchando a Alejandro Sanz, Serrat, Sabina o Melendi. Pero saltarse la soledad a la torera no es tan fácil.

La especie ¿elegida?

Hace ahora veinte años, un par de científicos ya reconocidos por su trabajo en Atapuerca, Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, escribieron un libro en el que se preguntaban si el hombre ‘es la especie elegida’; tanto Juan Luis como Nacho seguro que se siguen haciendo esta pregunta al no hallar una fácil respuesta, tan compleja como el saber si los homínidos de la Sima de los Huesos fueron arrojados allí ritualmente o por casualidad.

¿Somos la especie elegida con todas las tragedias que ocurren en el mundo, y que se suceden una tras otra, obligándonos a olvidar las anteriores casi a los pocos días? En Afganistán ha vuelto la ley del silencio. En La Palma alucinamos con las imágenes del volcán, mientras nos preguntamos dónde van a vivir aquellos que han perdido todo. La pobreza infantil nos inmuta menos que la derrota del Madrid –a los madridistas- ante un equipo desconocido.  ¿Una especie elegida que tarda lustros en que le llegue la alta velocidad en línea recta y sin obstáculos desde Palencia, y que es la misma que ha creado los microchips que ahora están ausentes en todo el mundo debido a la pandemia?  ¿Una tribu que se dedica a discutir sobre si debe haber unos jefes u otros, elegidos a dedo o por concurso,  o correspondería debatir sobre cómo reducir las listas de espera, porque lo que importa son los pacientes?

Aun así, y con un listado que podría reproducirse exponencialmente de temas irresolubles y preocupantes, sí somos ‘la especie elegida’, porque todavía tenemos la capacidad de emocionarnos y sorprendernos. Porque disfrutamos con una puesta de sol, o paseando cerca del mar, o sentados en una terraza charlando con unos amigos. Porque somos solidarios –y Burgos es una ciudad, una provincia, que lo demuestra cada día-, porque dedicamos tiempo a las necesidades de los otros. Porque a pesar del recio carácter castellano –y les habla un asturiano-, aquí se sabe escuchar, y sonreír, y agradecer, y mirar a los ojos. Y porque lloramos cuando perdemos a un ser querido, algo de que los chimpancés, nuestros supuestos antecesores, ni se inmutan.

Y cómo no vamos a ser la especie elegida si contamos con la Catedral más bonita del mundo, aplaudida por creyentes y agnósticos.

Si somos los sapiens los únicos supervivientes a un mundo complejo, y a un cambio climático del que hablan muchos, pero poco hacen los dirigentes por aminorarlo.

Me gustaría saber qué opción vital tomaríamos cada uno de nosotros si nos anunciaran, de verdad, que el fin del mundo es en el año 2025. ¿Elegiríamos como se espera de la especie elegida?

 

Dos versiones

La verdad no se encuentra sencillamente expuesta al público en general en un tablón de anuncios. Que hay que buscarla, y en la medida de lo posible conservarla. Pero esto ha cambiado. Muchas personas creen tener su verdad y los demás, y más si estamos cercanos ideológicamente, la damos por válida, por real, por única, y ni nos planteamos la mínima contradicción con lo que realmente puede ocurrir en el entorno. Y así andan los jueces, los políticos, la policía, los periodistas, y hasta los futbolistas que pretenden, pese al VAR, que cualquier caída en el área se convierta en penalti. En el baloncesto, sin embargo, el flopping, literalmente tirarse, empieza a estar penado con una falta técnica a veces decisiva.

Que puede que la responsabilidad la tengamos las propias profesiones, no les digo nada de los políticos que el engaño se produce a propósito con medias verdades o incluso noticias falsas, o con profesionales que venden su versión, por interés personal, sabiendo que apenas se va a contrastar, ya sea a través de las redes sociales o de los medios de comunicación tradicionales, o en el boca a boca, que a veces es el medio más rápido de transición. Y como tenemos que ser los más altos, los más guapos  y los mejores, tenemos magistrados estrella, antes de que se estrellen, comisarios convertidos en espías, políticos sin bagaje personal, tertulianos que saben de vulcanología y de las razones de la subida de la luz, o periodistas que en unas circunstancias difíciles para la profesión pretenden contar sin contrastar o sin apelar a las dos versiones o a las diferentes fuentes que tanto se enseñaba en las facultades de Periodismo.

No hay más que repasar las hemerotecas y las primeras declaraciones sobre la pandemia de los principales responsables sanitarios del país –era solo una gripecilla- , las razones  por las que una ministra venezolana aterriza en Barajas con nocturnidad y alevosía, o si realmente el PP y Vox no se entienden o todo es una táctica cara a unas posibles elecciones generales. Todo requiere una investigación y para eso no hay ni tiempo. Las redes han logrado dar verosimilitud a un tuit que ha conseguido al menos centenares de likes. Y si es contra nuestro enemigo ideológico mejor.  Y si luego no es verdad, no encuentras la rectificación en ninguna esquina. Porque somos más solidarios, eso sí, pero mucho más orgullosos y qué juez, abogado, médico, policía, político o periodista… por indicar algunas de las profesiones lustrosas, vamos a reconocer que nos equivocamos. Ninguno.