Archivo por meses: octubre 2011

Parados

Me encuentro, cada vez más, a muchas personas que parece como si tuvieran ahora que justificar que tienen un trabajo, por contar con un sueldo a fin de mes, como si no hubieran empleado bien su tiempo después de muchos años de dedicación y servicio, y todos sus años de experiencia  en favor de aquellos que les contrataron, y sobre todo parecieran ya rendidos a lo que el empresario (público o privado) decidiera en cada momento. Algunas de estas personas por ser precisamente los más ‘penosos’ para la compañía han sido los primeros en recibir la carta de despido.

Pese a la difícil situación, y a lo que cuesta mantener un puesto de trabajo, no sería bueno tampoco permitir, amparados en los millones de parados,  el recorte aún más los beneficios sociales que tantos años costó conseguir a lo largo del siglo XX o alentando los contratos mileuristas. Porque, si bien, la situación de desempleo en España es demencial, ya que estamos a la cola en Europa en cuanto al número de personas paradas y también en la creación de puestos de empleo, no es menos cierto que ello no debe obviar la dignidad en el trabajo ni la retribución justa, y aquel que ha currado mucho y bien durante bastantes años,  en una empresa o en la administración pública no debe ahora caminar temeroso por la posible pérdida de su empleo, al albur de decisiones injustas, y me refiero a esos posibles empleadores aprovechados.

Porque la responsabilidad social corporativa es fundamental para empresarios, públicos y privados. Y deberían esmerarse más, eso sí, en detectar y acabar con los posibles  parásitos antes que con aquellos que es más fácil despedir. O en el caso de la administración, con la duplicidad de empleos o el enchufismo, con las reformas que sean necesarias.

Es importante también reconocer el mérito de un buen número de emprendedores que, pese al viento en contra que perciben, siguen -incluso con su propio patrimonio alcanzado en época de vacas gordas- intentando mantener el número de empleos en sus propias industrias, a veces dificultado por el enrocamiento de algunos sindicalistas que han dejado de ocuparse de los cinco millones de personas que no pueden trabajar en favor de mantener a liberados que deberían voluntariamente reincorporarse a su puesto.

532 días

Escribo el jueves, 20 de octubre de 2011, quién sabe si una fecha clave en la historia de España, al menos una marca en el calendario que ha servido de respiro para muchos ciudadanos de un territorio al norte de nuestro país. Escribo sin haber leído los periódicos digitales, escuchado cualquier tertulia de radio habitual a estas horas –son las once y media de la noche- y sin acercarme a los informativos de las televisiones. Apenas unas ojeadas a las cuentas de twitter por si hay alguna contestación pendiente. Escribo desde la paz, con la memoria.

Recuerdo que hace justo quince años por estas fechas, un funcionario de prisiones burgalés llevaba enterrado en vida más de 300 días, y aún le quedaban 200 más por sufrir, al final 532 con tal hartazgo que por su cabeza pasó quitarse la vida y con tal frustración que cuando la policía que le liberó entró en el zulo -donde cuatro asesinos le habían secuestrado- pidió que le mataran, suponiendo que era uno de sus carceleros. Pocos días después, en venganza, asesinaron a un joven concejal de Ermua a quemarropa, con preaviso, en los dos días de mayor angustia colectiva que ha vivido España. Esos días estaba en San Sebastián y lloré, lloré mucho. José Antonio y Miguel Ángel han sido dos de los emblemas de las miles de víctimas –más de 800 muertos- que ha tenido este país en los últimos cuarenta años causados por una banda de terroristas.

Tras estos dos sucesos, decidí escribir un libro –junto a Belén, una compañera y gran profesional- con para mí el único objetivo de que esos días no se olvidaran, dada la frágil memoria que tiene la sociedad y su facilidad para ser anestesiada. Fue un año en que conocimos las andanzas de cuatro tipos despiadados y de sus sanguinarios líderes. Fue adentrarte en un mundo de odio radical y violencia. Aun repaso también los momentos en que decidí estudiar en Pamplona y como mi padre –que en gloria esté- me presentaba los recortes de periódicos de unos años de plomo, intentando cambiar mi decisión. O como en Madrid, en mi primer trabajo, escuché desde la redacción el potente coche bomba que acababa con la vida de más de una decena de jóvenes guardias civiles. O en otra redacción en Burgos, el estallido de una comisaría de policía y ya desde el extranjero el de unas viviendas de guardias civiles en Burgos que solo dos milagros evitaron que se convirtieran en tragedia.

Me dicen que tengo que perdonar. No soy un héroe, que se les juzgue y que se pudran.

No sin mi Blackberry

Muchos de mi generación se acordaran del ZX Spectrum, lanzado por la compañía Sinclair,  o el Amstrad, que intentábamos manejar con el Word perfect donde casi todos nos convertíamos en pequeños programadores, o los primeros juegos de la consola Atari . Era el tiempo en que Steve Jobs todavía compartía garaje con su socio Steve Wozniak, y cuando acababa de vender su Volkswagen para financiar sus primeros inventos, entre ellos el  computador Apple I.

Luego escucharíamos hablar de IBM, de Dell, de HP y más tarde se escribirían miles y miles de páginas sobre Nokia –el primer teléfono móvil que usé fue durante unas elecciones europeas, hace más de veinte años que ocupaba casi como el pc de mi trabajo-, Motorola… hasta llegar a los i de ipod, iphone o ipad. Y mi blackberry. La primera, creo que soy uno de los pioneros, me la regaló un amigo de Telefónica de Madrid hace unos cinco años, pequeñita, con concha, cada tecla tenía dos letras, no una como la actual, era coqueta y me gustaba. El correo electrónico funcionaba de maravilla, y no hacía fotos, ni tenía whatsapp ni el Messenger, y el acceso a internet no era fácil. Han pasado dos modelos más, para sumarme a una sencilla Curve, donde puedo hacer fotos a mis sobrinos, enviar correos, manejar las redes sociales, utilizar el whatsapp e incluso descargarme alguna aplicación más, muy lejos del nivel que tienen todas las de Android o Apple, pero qué quieren que les diga, soy un sentimental… Hasta el lunes pasado donde todas las blackberrys del mundo decidieron tomarse un puente gracias al fallo de un interruptor de RIM, la empresa que las produce. Dejé de recibir correos, de comunicarme con el chat y pensé que la vida se acababa y que quizá hubiera quedado mal con alguna persona con otro sistema que me hubiera enviado un mensaje y no le hubiera contestado. No pude decir en Facebook qué plan tenía, ni anunciar en twitter el capítulo de la serie que estaba viendo, y lo peor de todo es que dejaban de oírse los múltiples sonidos que había decidido poner, no sin poco empeño, para los diversos mensajes.

Cuando estaba a punto de lanzar mi blackberry por un puente del Arlanzón, mis amigos de Apple, también comenzaron a tener problemas de actualizaciones y recordé mi viejo Motorola, o el Spectrum donde solo podíamos jugar al tenis con dos rayas a los lados y una bola que iba de un lugar a otro siempre a la misma velocidad.

Me gusta la tecnología, mientras permita a mis sobrinos acudir a casa de mi madre para jugar con la Wii que allí les instalé y el Mario Bross, y la abuela pueda contemplar absorta a sus nietos. Pero esos tres días sin mi BB sentí que algo estábamos perdiendo por estos malditos teléfonos móviles –smarthpones les llaman-, y que había que recuperar ese tiempo perdido.

Cajas

Al final, la mayoría de las sedes principales de las cajas de ahorros españolas, agrupadas, desagrupadas o absorbidas por el Banco de España, estará en Madrid, capital económica de este país y, para desgracia de las comunidades autónomas que la circundan, gran captadora de empleo ante el resto de provincias limítrofes, entre las que se encuentra para bien o para mal Burgos.

Hubo precisamente en Burgos manifestaciones que defendían que las Cajas de aquí se quedarán aquí, que no se fusionaran con ninguna y menos con el resto de la región. Cuando comenzaron los acuerdos interterritoriales de las entidades de ahorro y vista realmente la situación del sistema financiero, las voces se callaron y en las elecciones municipales aquellos que se habían apropiado del curioso lamento ciudadano apenas alcanzaron algún voto entre los propios manifestantes –lamento que forma parte de la falta de autoestima que todavía tienen los ciudadanos de Burgos respecto lo que han sido capaces de hacer y de lo que siguen siendo si miraran menos hacia atrás-.

Resulta que ahora cuando el Banco de España –que también desvió sus ojos hacia otro lado en algunos momentos y se alejó de su cometido como garante- decide prácticamente nacionalizar unas cuantas entidades, ninguna de ellas tiene en sus manos capital castellano-leonés. Casi es la única región que se salva de la intervención salvo que se cumpla la última amenaza del presidente de la entidad reguladora de intervenir en todas. Pero de momento parece que los de aquí han hecho sus deberes –con la sobriedad que caracteriza-, no así los políticos y banqueros manchegos, con su Caja Castilla la Mancha; ni los andaluces, con Caja Sur; ni los levantinos, con Caja de Ahorros del Mediterráneo; ni los gallegos, con NovaCaixa, ni los políticos y cajeros catalanes con Unnim y Catalunya Caixa.

Caja España-Caja Duero encontraron al menos la esperanza de futuro en Unicaja. Caja Círculo asumió su rol, al igual que Caja Inmaculada y Caja Badajoz y se mantienen con su humildad en medio de esta furia embravecida, y Caja de Burgos en la salida a bolsa con Banca Cívica ha visto completado el capital necesario y no ha tenido que recurrir al Frob.

¿Qué hubiera pasado si se hubieran unido todas las cajas de la región? Quizá hubiéramos logrado una caja de Castilla y León más fuerte, no intervenida y que hubiera escuchado mejor las peticiones de la tierra. O no. En este asunto de las cajas pocos parece que podían prever lo ocurrido, salvo algunos presidentes, directores generales y altos cargos, que se llevan o se han llevado una buena pasta gansa.

Viendo la tele

Como ante la televisión, casi nunca lo hago, pero la semana pasada ha sido un poco complicada, ya saben, obras en casa, líos en el trabajo. Veo La 1, cadena que por cierto me parece que no está tan politizada como aseguran algunos portavoces populares. Escucho que Corcuera, el exministro que se presentó por Burgos por su origen en Pradoluengo, y que no volvió a pisar las calles de esta tierra, se enfrentó con un policía local en Sevilla en plena Feria de Abril diciéndole que no sabía quién era él. Al de la patada en la puerta no le vas a pedir que guarde las formas. Pero él es un simple ciudadano como yo, debe respetar la autoridad y por eso le han juzgado. Recuerdo que al poco de llegar a Burgos también un respetable concejal en un pequeño incidente en la calle me dijo que no sabía quién era él. Le olvidé.
En otra noticia escucho a González Pons (la televisión pública peca de mucha política, pero casi lo prefiero a un encadenamiento de un suceso tras otro) afirmar que Rajoy cuando gobierne tendrá que escuchar a todos los grupos políticos. Evidente. Pons sigue en sus trece con la porción de soberbia que aleja a posibles votantes, y sobre todo con ninguna humildad que es la que merecen todos los ciudadanos antes de unas elecciones para afirmar quién será el próximo presidente del Gobierno. Pocos dudan que este país merece un cambio radical, pero eso no exime a algunos responsables populares a bajar al suelo y sentirse como muchos de los españoles lo hacen, sumidos en la crisis, en un ERE, en una bajada de sueldo, pendientes los autónomos de pagos de las administraciones…
Llega la noticia de salud y es el Día del Corazón. Sacan a un tipo que acaba de sufrir un infarto, a otro que dice que la solución es comer poco y andar mucho y a un médico que confirma que la obesidad lleva a la hipertensión y la diabetes. Me miro satisfecho por los avances producidos este año, pero lamento los que me quedan todavía para el resto de estos tres meses. Espero lograrlo. Otra noticia más de salud es sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. A la ministra de Sanidad no le preocupa que 6 de cada 10 menores de 18 años beban todas las semanas, lo que le intranquiliza es la cantidad de lo que beben. Ninguna de las administraciones, ni las locales -no hay más que comprobar el caso de Burgos-, ni las nacionales, han combatido el botellón, quizá sea ya el momento, porque mañana puede ser tarde.
Acaba el telediario con el Barcelona y con Messi, lamentablemente el próximo equipo al que se enfrentan es el Sporting. Recuerdo con nostalgia, mientras contemplo el gol de Villa en la Liga de Campeones, que el año pasado ganamos al Madrid y empatamos con este Barça de Guardiola y sueño de nuevo con la victoria sportinguista.