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Pactos

Estoy en Gijón. Desde hace unos años traslado las vacaciones veraniegas a estas fechas y procuro salir de Invernalia. Suele ser una decisión acertada, al que no es precisamente amigo del frío. Aquí, en Asturias, donde en las generales ganó la alianza PP-Foro, pero con mayoría de izquierdas, también se habla de política y mucho, aunque menos de la local, y eso que en esta villa gijonesa la alcaldesa, del Foro, ganó las municipales con un resultado de 8 concejales frente a los 7 del PSOE, los 6 de Podemos, los 3 del PP, 2 de IU y 1 de Ciudadanos.
Cuesta poco imaginarse la situación de Javier Lacalle desde Gijón, gobernando también con una mayoría minoritaria, pero con sumas diferentes. Aquí los socialistas con sumar a Podemos y lo que queda de IU en Asturias podrían plantear una moción de censura en cualquier momento, un pacto de izquierdas que a nadie desde fuera asombraría. Pero si no lo lograron para gobernar después de varias semanas de negociaciones es que algo hay que sumar a los personalismos  de siempre, además del buen hacer de la alcaldesa del Foro que repite en su cargo y que es la ciudad donde mas fortaleza tiene el partido que fundara Alvarez Cascos.
En Gijón, a diferencia con Burgos, ya han votado los presupuestos y no ha quedado más remedio que prorrogarlos aunque algunos confiaban en una abstención de Podemos y el apoyo del PP para sacarlos adelante; hubo posibilidad de negociación y algunas propuestas de la oposición se añadieron . No bastó para encontrar el apoyo necesario,
En Burgos, el PP – como recuerdan 10 concejales de 27- acaba de trasladar sus cuentas al resto de los grupos. Tal como está el panorama desconozco si Lacalle ha pactado previamente con Ciudadanos y la concejal no adscrita los mismos para que salgan adelante, algo que ha visto como lo hacía su líder Juan Vicente Herrera con el responsable regional de la formación naranja. Pero parece que al alcalde burgalés no se le diera bien el pacto, tras cuatro años de mayoría absolutisima no acaba de asumir la minoría mayoritaria. Veremos si las mentes pensantes de Ciudadanos suman o prorrogan.
En España mientras tanto los que no parece que se hayan dado cuenta de que han perdido millones de votos son Rajoy y Sánchez, que ni se han planteado la dimisión tras los nefastos resultados electorales. Ninguno de los dos suma para gobernar y entre ellos no parece que lo vayan a solucionar, de ahí que cada vez suene más el cambio de liderazgo para asumir un gobierno de concentración al menos temporal que pueda mantener las cifras de crecimiento. Pero estamos en un país donde hemos heredado las dos espańas para el resto de nuestra historia.

Segunda vuelta

El pleno del sábado fue interesante, sin duda, y hasta hubo una pizca de incertidumbre pensando en qué haría Ciudadanos finalmente. Curioso partido que se vota a si mismo en Burgos -excepto una concejala, creo que la más responsable en ese momento- le votan en Espinosa por sorpresa y gana la Alcaldía pese a ser la lista menos votada con 2 concejales, alcanza la Alcaldía de Villarcayo con Iniciativa Merindades de apoyo, y vence por goleada en Caleruega con un Alcalde que llega de los castellanistas y repite mayoría absoluta.

Todo eso nos llevó a un par de periodistas en torno a una pizza -la información de varios plenos nos colocó casi en las cinco de la tarde- para hablar de lo justo o injusto de la ley electoral. Fue Daniel de la Rosa el que acertó de lleno en este caso en su intervención: en casos singulares, y no hay que irse muy lejos, porque en todo España ha habido cientos con partidos minoritarios gobernando ciudades o mayoritarios pero sin absoluta esperando a ver qué pasa, en esos casos el portavoz socialista pidió la segunda vuelta para lograr realmente un alcalde con representatividad de la mayoría de los ciudadanos gobernados.

En Francia, por ejemplo, tienen dos vueltas; varía un poco según el número de habitantes pero básicamente el escrutinio es proporcional a través de listas. Si algún partido obtiene en primera vuelta la mayoría absoluta se le asignan la mitad de los puestos que se eligen. El resto, se reparten de forma proporcional a los votos obtenidos. No puede ninguna formación política pasar a segunda vuelta, si no ha obtenido al menos el 10% de los sufragios emitidos, quizá una exigencia alta, pero en el caso francés necesaria y además hay que tener en cuenta que este caso es para los municipios de más de 3.500 habitantes, no para los más pequeños.

En España -en el revolcón del sábado- nos hemos encontrado con listas minoritarias -que habían ocupado el segundo, el tercer y hasta el cuarto puesto en el número de votantes.- gobernando con el apoyo solo en el pleno de investidura de otras formaciones políticas, que no han querido pactos de gobierno por si salía mal la aventura. También con localidades con partidos que cuentan con solo sus propios votos, y lejos de una mayoría, y que se encontrarán con muchísimos problemas para sacar adelante su proyecto. Lo bueno, que todo ello obligará a pactar. Lo malo, que si no hay entendimientos ni acuerdos se habrán perdido cuatro años importantes en el inicio de la salida de una crisis.

Y en mi pueblo de origen. En Gijón, sigue gobernando el Foro, la lista más votada, porque PSOE y Podemos no se han puesto de acuerdo. En este caso, qué quieren que les diga, por lo que me cuentan funcionarios municipales de la capital de la Costa Verde, prefieren al Foro, que ha contado con ellos durante estos cuatro años de legislatura.

Mi madre es maestra

Mi madre es maestra, jubilada, pero maestra. Todavía, en su silla de ruedas, acude a la tertulia semanal que en el viejo café Dindurra mantienen en Gijón también maestras como ella. Y siempre, en la educación que nos daba, se notó su talante, su capacidad de organización, su premio del esfuerzo y su generosidad. Únicamente, los años en que los cuatro hermanos todavía necesitábamos de sus cuidados, dejó su vocación para dedicarse a su devoción: sus hijos.

Y regresó de nuevo al colegio. Al que le tocó, a pesar de estar lejos de casa, cuando esos churumbeles crecieron. Y siempre venía por las tardes cansada, con los trabajos para corregir debajo del brazo. Nunca pensó que si 18 ó 20 ó 24 horas lectivas eran las necesarias u obligatorias, quemó muchas más en unas naves que no siempre le acompañaron. Insistentemente se entregó a sus pequeños, como ahora se rinde, enferma y alegre, a sus nietos, respetando la educación que le están ofreciendo sus padres –mis hermanos-, que son los principales educadores.

Mi padre también se dedicó a la enseñanza, aunque desde la gestión, como jefe del negociado de alumnos de la Universidad Laboral de Gijón; durante más de 30 años pasaron decenas de miles de colegiales bajo su responsabilidad. Todavía cuando muchos vienen a Burgos y se encuentran con mi nombre y apellidos me alaban el trabajo de mi progenitor y me hacen llorar en silencio, por lo que se desvivió por ellos, muchos hijos de familias con pocos recursos que acudían a estos centros a recibir una educación a la que nunca habrían llegado, y que por ello, porque son bien nacidos, son agradecidos.

Por eso no me gusta que hablen mal de los maestros, que les critiquen en la Comunidad de Madrid porque dicen que no quieren dar 2 horas más de clase, pasar de 18  a 20, y no cuentan el resto de sus trajines, el esfuerzo que realizan –ya quería yo ver a muchos de los que hablan cuatro o cinco horas diarias frente a una panda de adolescentes, defendidos por sus padres- y lo que sufren, porque se angustian, y mucho, hasta llegar al estrés, cuando no les atienden. Estamos en crisis y a todos nos está tocando apretar el cinturón –me parece estupenda, por cierto, la decisión de la Junta de Castilla y León en su apuesta por mantener la inversión en educación-, pero la enseñanza es clave para el futuro de nuestra tierra, y nos jugamos ahora el mañana. Cuando toque revisar el gasto, por favor, no toquen la educación, ni la pública, ni la privada. Hay decenas de miles de personas que han dejado y se están dejando la piel por ella. Por nuestro futuro.

Ni un mal gesto, ni una mala cara

(este artículo lo escribí para Diario de Burgos con motivo del fallecimiento de mi padre, que sucedió el 19 de agosto pasado, estas fechas me lo han recordado, por eso lo publico en este blog)

Hace poco más de un mes falleció mi padre. Apenas unas horas después llegaba a casa, en Gijón, una carta de un compañero suyo de trabajo durante más de cuarenta años en la Universidad Laboral. Decía que durante todo este tiempo no había encontrado nunca en él ni un mal gesto, ni una mala cara. No eran unas palabras de consuelo escritas para el momento. Días después recibía un correo del presidente de la Asociación de Antiguos de la Universidad Laboral de Gijón diciendo que había sido una persona querida para todos los alumnos, y que mantienen un gran recuerdo de él. Mi padre, al igual que mi madre, dedicó gran parte de su vida a la enseñanza pública.  No había tiempo ni horarios para atender las necesidades de esos chavales que llegaban de cualquier esquina de España, especialmente del medio rural, a la  Laboral, donde se concentraban más de dos mil estudiantes internos e incluso muchos de los profesores y administrativos residían en el propio centro.

En aquel entonces a casa en navidades siempre nos llegaban productos ciertos de familias de estos alumnos que vivían en el campo -que agradecíamos con mucho cariño- y que nos mostraban el esfuerzo de mi padre por solucionar muchos de los problemas que estos jóvenes se encontraban al llegar a la ciudad, al separarse por vez primera de sus padres, al abordar unos estudios profesionales en un lugar inmenso. Mi padre –al igual que mi madre, que ahora lucha contra una enfermedad en la que sufre malos momentos- nos transmitió a los cuatro hijos esa generosidad y ese espíritu de sacrificio (que quizá no aprendimos lo suficiente) de un castellano viejo que supo desde el primer momento sacar adelante una familia numerosa, no sin privaciones. Hasta que no nos hicimos un poco mayores no pudieron disfrutar de unas vacaciones descansadas, coger un avión o acercarse a lugares más lejanos.

Mi padre padeció un cáncer justo el mismo año de su jubilación, que luego sufrió el resto de su vida. Echaba de menos andar, como lo había hecho anteriormente en grandes paseos por el muro de la playa gijonesa. Pero con esfuerzo lograba llegar a la terraza del viejo Dindurra todos los camareros le conocían como don Antonio. La silla de ruedas le acompañó durante un tiempo. Al principio le costó vencer el orgullo, pero luego, al acompañar a sus nietos, se ponía a su misma altura y disfrutaba. Mi padre se fue sin hacer ruido, de repente, en paz, con Dios y con los demás. A pesar de las dificultades que hubiera allí estaba plantado cada domingo ante la Misa de la tele. A mi padre se me olvidó darle las gracias muchas veces y decirle que le quería. No quiero que ocurra lo mismo con mi madre.  Gracias mamá, de corazón. Disculpen lectores este artículo, pero a mi padre se lo debía.