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23.978

Desde que comenzaron a contabilizarse los fallecidos en el Estrecho, ahogados, en 2014, han desaparecido, que se sepa, 23.978 personas. 9 cada día sin descanso en estos siete años y cuatro meses, que se sepa, porque fácilmente esta cifra se puede multiplicar por 4 ó por 5. El dato lo daba Anna Surinyach una periodista de raza que ha documentado con centenares de fotografías lo ocurrido no solo en el paso entre África y Europa, sino en muchos puntos de África, Asia o América con aquellos a los que las guerras los abandonan. Anna estuvo en el ciclo El mundo, en conflicto, que organiza el Museo de la Evolución junto con Diario de Burgos y por el que están pasando profesionales del periodismo que conocen muy de cerca la guerra y sobre todo sus consecuencias.

Con lo que está ocurriendo en Ucrania nuestro lado más solidario se ha estremecido. Las imágenes llegan a raudales. En Burgos son centenares los refugiados que están compareciendo no solo en la capital sino en muchos puntos de la provincia. Y al ser europeos su ‘legalización’ parece mucho más sencilla que los que vienen del sur, sin papeles, huyendo de conflictos interminables, de dictaduras inacabables, del terror y la persecución entre tribus, y que buscan un lugar para vivir y trabajar.  Pero en estas charlas que tienen lugar durante seis semanas en el MEH también se recorren además lugares inesperados o más desconocidos. Mucho podemos aparentar saber de los talibanes en Afganistán, pero quizá menos de los estragos de la droga en muchos países, o de la persecución a las mujeres, que son vendidas como dote.

En esta civilización occidental marcada por la modernidad líquida, donde los fundamentos sólidos de nuestros padres y abuelos como la cultura del esfuerzo, el trabajo, la fidelidad…. Se han desvanecido, donde es difícil de encontrar certezas y a lo que se puede acceder es precario y provisional. Donde todo se esfuma, intentar implicar a nuevas generaciones para cambiar esta sociedad y contemplar con ojos diferentes la realidad que se nos muestra, es evidentemente complejo. Pero Zygmunt Bauman, el filósofo que acuñó la ‘modernidad líquida’ y al que pudimos escuchar en Burgos, aportaba también posibles soluciones. Bauman, premio Príncipe de Asturias, reconocía el placer de ver el resultado final del esfuerzo pero reservaba este privilegio a una minoría: el escritor con su obra, un músico con su composición…. Y en este mundo líquido, gaseoso, el filósofo en su breve discurso en Oviedo, ante esta sociedad reflejada en El mundo, en conflicto, decía: ‘En un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro’.

Buscando al otro nos hallaremos. Espero.

75 años, y en paz

¿Qué es lo que pasa por la cabeza de una persona de 75 años, con algún problema médico, para trasladarse al centro del origen del ébola? Justino Izquierdo había vivido en Liberia casi 40 años, durante más de 10 había sido director del hospital que los hermanos de San Juan de Dios habían levantado en su capital, Monrovia, fruto, sobre todo, de mucho esfuerzo personal y económico.

Un hospital que ha conocido muy de cerca el hermano Justino, así como sus dos compañeros de orden fallecidos por el maldito virus, que ha acabado con la vida de casi 5.000 personas en el corazón de África. Pero ese hospital estaba cerrado y Justino quería reabrirlo, junto a dos compañeros de la ONG que precisamente con miras al tercer mundo han organizado los hermanos de San Juan de Dios.

Justino, cuando escribo estas líneas no se ha confirmado todavía como negativa la segunda prueba de ébola, aunque es lo previsible, tiene que tener un corazón muy grande, para lanzarse a viajar hasta Liberia, pese a las dificultades personales. Sus propios compañeros le fijaron el tiempo que debería estar allí. Un mes. E incluso el viaje tenía la fecha de billete de vuelta cerrada.

Y se lanzó al vuelo. Al final los gobernantes liberianos no permitieron la reapertura del Hospital de San José, pese a sus insistencia, mientras convivía con otros misioneros. Probablemente todo su esfuerzo, el traslado, el vuelo, la miseria que volvió a comprobar con sus ojos, menoscabó la salud del hermano y en el viaje alcanzó unas décimas de fiebre, aquellas por las que fue ingresado en el hospital Carlos III para su observación y dónde todavía sigue.

Hay que estar muy en paz consigo mismo, con los demás y con Dios, para afrontar lo que ha hecho Justino, y no solo Justino, sino -como lo hicieron previamente- Manuel García y Miguel Pajares, sus dos compañeros muertos por el virus, o las decenas de misioneros que todavía se encuentran en Sierra Leona, Liberia, Nigeria… En Burgos sabemos mucho de entrega sin condiciones, de hermanos Maristas asesinados a machetazos en Zaire, mientras atendían un campo de refugiados atacados por la milicia ruandesa; de jesuitas, dedicados a la educación, a tiros en El Salvador por militares de ese país centroamericano. O el trabajo abnegado de miembros de ONGs que se encuentran también en países del Tercer Mundo intentando prevenir y limitar los efectos de enfermedades infeccionsas, jugándose su propia vida.

Pero no hay que acercarse necesariamente a África, a Asía o a algún país americano. En España, en el primer mundo, todavía hay gente que vive y muere sola, personas que necesitan tener cerca a un ser humano que le fortalezca en esas últimas horas, o en momentos difíciles de su vida. En esto también Burgos es solidaria, y son muchos los jóvenes y mayores que pertenecen a organizaciones solidarias que nos elevan el alma y nos hacen más humanos.