Cajas

Parece mentira que entidades de ahorro casi centenarias y que tanto han aportado a sus localidades de origen se encuentren ahora en medio de la crisis en el ojo del huracán. Pero alguien, con mucho poder, las ha enfilado y van a tener que pagar sus pecados de estos últimos años por haber cedido a las presiones del ladrillo y contribuir a la vida fácil de muchos de sus conciudadanos. Les ha tocado a las cajas de ahorros, esto va por turnos. Me comentaba recientemente un conocido que a quién van a pedir ahora las solicitudes de subvenciones, salones o carteles. No parece que vaya a ser ni al banco de Botín, ni al de Álvarez.
Lo peor de todo es que en su defensa no se han encontrado paladines. El peso del Banco de España animado por el Gobierno es grande. No hay un líder que haya alzado la voz más que el presidente santanderino, que se encuentra en campaña de absorción de nuestras cajas desde hace ya unos años. El camino es sencillo, quien no llegue a cumplir las normas, casi incumpibles por la variabilidad de las mismas (un mes son unas y al mes siguiente otras), será ‘ayudado’ por fondos estatales que a su vez serán vendidos al mejor postor en un plazo más bien corto.
Las cajas se convertirán en bancos, si es que ya no lo han hecho, como el Bankia de Cajamadrid o Caixabank. ¿Y qué ocurrirá con la Obra Social? Pues, veremos. Banca Cívica en una buena campaña de marketing ha decidido que sea sus inversores quienes decidan, pero no sabemos si estos saldrán a manifestarse cuando vean que se reducen los ingresos para esta aportación a la colectividad y los beneficios se conviertan en su máxima ansiedad.¿O no observan lo triunfantes que se encuentran los presidentes bancarios a la hora de presentar la cuenta de resultados, intentando que cada año mejore en un alto porcentaje al anterior?
Me quedo con las cajas, sin oficio ni beneficio, pero cercanas y atentas a las necesidades reales de los ciudadanos, a su entorno, a su ciudad y provincia. Por ellas alzo la voz, aunque sea en el desierto de la crisis económica. Me quedo con Caja de Burgos, ahora Banca Cívica, y me quedo con Cajacírculo, ahora Caja Tres. Nunca me han defraudado, aunque tampoco les he pedido una hipoteca ni un crédito. Lamento, eso sí, que esta sociedad tan anestesiada en la que vivimos protestara de forma mayoritaria cuando se hablaba de una entidad fuerte en nuestra región y ahora se quede muda ante la presión a la que están sometidas y se haya obligado a trasladar su sede financiera a Madrid o Sevilla y Zaragoza. Y si hay que mejorar sus ratios que no sea bajo la amenaza de una posible nacionalización. ¿No éramos hace meses el país que mejor se encontraba financieramente y ahora están amenazados ocho grupos de Cajas de Ahorros? Mintieron o es ahora una operación de acoso y derribo.

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