El origen del castellano y el Instituto de la Lengua

Pocas instituciones habrán hecho tanto por investigar el origen del castellano como el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (Illcyl). Debate que se mantuvo en la segunda mitad del siglo XX, pero que en este siglo XXI se muestra inapelable, interviniendo incluso la Real Academia Española para confirmar que los documentos que forman el Cartulario de Valpuesta recogen los primeros escritos del español, tras el trabajo liderado por el Ilcyl que finalizó con la publicación de un doble volumen «Los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta», que evidencia que en el siglo IX había ya una lengua que surgía y en sus primeros balbuceos competía con el latín oficial.

El contenido básicamente recoge, entre otros asuntos, información sobre movimientos económicos de servicios funerarios realizados en el monasterio de Valpuesta. Son precisamente los monjes quienes en aquellos siglos eran los únicos que sabían escribir y que iban recogiendo en sus escritos el lenguaje que se hablaba y oía en la calle. Difícil será encontrar el origen de esa lengua hablada pero la escrita ya queda manifestada.

Esos cartularios que ocupan varios siglos, y que han sido escritos por 34 ‘manos’ distintas, muestran también la evolución del romance castellano en esta zona concreta de España. Estudiados ya por numerosos eruditos pocas dudas quedan sobre el principio escrito de nuestra lengua.

El trabajo del Instituto, dirigido por Gonzalo Santonja, no es solo un esfuerzo de y para eruditos. Bien está que se debata en Congresos la historia de nuestra lengua, sino también es sumar a Burgos un motivo más para potenciar su cultura. Si aquí vivió el primer europeo, también lo hicieron los primeros que hablaron una lengua que hoy conocen más de 500 millones de personas en todo el mundo, según el Instituto Cervantes ha acreditado.

Ha sido también la excusa, el origen del castellano, para intentar convertir a nuestra provincia en sede de cursos de español, que nunca llegaron a triunfar, o de reclamo turístico, que tampoco se ha manifestado en número de visitantes. Y las dificultades de supervivencia del propio Ilcyl así lo muestra.

Ahora que se ha vuelto a hablar del Instituto, y no precisamente por sus importantes publicaciones, sino por un concurso para completar unas plazas, sería bueno reflexionar sobre el notable cometido que realiza, para sustentar en bases fiables y ciertas todo aquello de lo que presumimos en el origen de nuestro idioma. Bien está admirar las Glosas Silenses, compradas por la British Library a finales del siglo XIX y que pudimos contemplar hace más de diez años en su lugar de origen en una exposición temporal, pero también sería fructífero empeñarse en serio en ser el centro y la capital del castellano en todo el mundo.

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