Mujer, madre y trabajadora

Hoy 8 de marzo era el cumpleaños de mi madre. Sin desmerecer a nadie, es una de las mujeres más trabajadoras que he conocido. Me gustaba más el nombre conmemorativo anterior de esta fecha que el de mujer a secas. El adjetivo –trabajadora- calificaba realmente el esfuerzo suplementario que hacían frente a nosotros, los hombres. Los tiempos han cambiado, y ahora cambiar los pañales, poner la lavadora o cocinar, por poner tres ejemplos, ya son tareas que se reparten entre los dos sexos. Pero todavía permanece un tufillo machista en nuestra sociedad, son muchos años, demasiados, en los que el varón marcaba su criterio, aunque luego se dijera que la que mandaba en casa era la mujer. Naturalmente había excepciones.

A la generación de mi madre –familia con recursos justos- les costó mucho salir adelante. Dos tías mías se fueron al extranjero, a Alemania y Suiza, a buscar un trabajo y allí se quedaron, mi madre y otra hermana estudiaron Magisterio, y mi tío, el pequeño, estuvo interno en la Universidad Laboral de Gijón.  Educaron a sus hijos en libertad y responsabilidad. Tenían un tío que fue asesinado en la Guerra Civil junto a otros novicios pasionistas, con apenas 20 años. Mi madre nunca nos habló mal de nadie, y de su existencia me enteré ya mayor de edad cuando les canonizaron en Roma. La he visto llegar tarde a casa, comer sola, y por la tarde corregir en la sala de estar los dibujos y trabajos de sus chavales de primaria. Cuando éramos pequeños los hermanos prescindió de su vocación de maestra por la de madre. Crecimos y se reenganchó.

Murió hace poco, después de pasar diez años con mucha dificultad de movimiento, con dolor, pero siempre sonriendo y con su corazón grande, como solo puede ser el de una madre.

Perdonen, amigos lectores, que ocupe esta Página Par para escribir sobre ella. Los 8 de marzo siempre los hemos celebrado en casa, y siempre estarán en nuestro recuerdo. Pero también se mantendrá el de tantas mujeres que son abandonadas, que sufren maltrato en todo el mundo, que son menospreciadas en su dignidad, y en los lugares más pobres son más vulnerables y la desigualdad es aún mayor.

No hay que llevar una u otra bandera para ser reivindicativo todavía con  todas las diferencias respecto al hombre. Es cierto que somos distintos, viene en nuestro ADN, pero pensar de forma diferente no lleva a nadie a perder derechos. Se ha avanzado mucho y habrá que avanzar más. La pornografía, las madres de alquiler, la prostitución son situaciones que se encuentran al cabo del día.  El analfabetismo en muchos lugares del tercer mundo es mayoritario entre las mujeres.

Acabo con un sucedido que me comentó José María Cano y que lo había vivido su amigo, José Manzano, en África. Una niña que vivía en un poblado a unos cuantos kilómetros del colegio, iba todos los días corriendo a clase para evitar ser violada. Mientras sigan sucediendo estas situaciones hay mucho por hacer.

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