Demasiados ex

Cuando una persona sale de prisión tras haber cumplido la condena su vida ya no será la misma. A sus calificativos habituales se les suma el de ex presidiario, ex convicto, es criminal y culpable  ya que una vez juzgado dejó de ser presunto.

Antes del juicio, probablemente, también hubiera pasado por la desaparición de la presunción, porque ahora hemos cambiado el aforismo y todo el mundo es un malhechor hasta que no se demuestre lo contrario. La inocencia no está de moda. Y seguramente parte de culpa de ello tenga nuestra sociedad, que acabó hasta el gorro de los delitos de corrupción no penados, y la lentitud de la justicia que vuelve a retomar casos años después de producirse.

Y no está de moda tampoco admitir la redención de las penas tras el paso por prisión. El que ha cumplido, ya sea en cualquiera de los grados posibles o en libertad, se ha convertido entre rejas en más golfo de lo que entró.

Y los periodistas tenemos también buen pecado por ello porque pese a que un ciudadano vuelve a recuperar sus derechos, e incluso habiendo sufrido también previamente la pena de telediario,  sigue siendo un convicto, un condenado, y un ex presidiario. Siempre hemos discutido sobre si el derecho a la información está por encima del derecho a la presunción de inocencia y de ahí que abunden la imágenes de detenciones, declaraciones ante el juez, instrucción… y más cuando es un personaje público el acusado. Los periodistas deberían estar más comprometido con salvaguardar el derecho al honor, y tendrían que dar suficientes oportunidades a aquellos que se han reincorporado a la vida profesional, con las dificultades que eso supone tras llevar el lastre de una condena.

Y no solo son políticos, deportistas o empresarios los que expían, también aquellos que quieren solicitar un crédito o un empleo… Cuando ya han sido castigados. ¿O el castigo es como el fuego eterno del infierno?

columna publicada en La voz del patio del mes de enero

 

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