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Un pueblo español que merece la pena

Si esto se lo cuento antes del confinamiento no se lo hubieran creído, como que 2 profesores universitarios, al menos, porque probablemente hayan sido unos cuantos más, estuvieran dando clase virtual, claro, el día 23 de abril, festivo, desde su casa a una panda de estudiantes deseosos de ir sumando materia antes de unos exámenes finales que algunos consideran ‘patrióticos’. Tampoco que centenares de personas estuvieran con las máquinas de coser en todo Castilla y León confeccionando mascarillas, buscando las condiciones sanitarias para que pudieran distribuirse, y trabajando a buen ritmo. Pero estos son dos ejemplos de las decenas de miles que recorren todo el territorio. He visto a personal de los museos buscando la manera, con pocos recursos, donde lo que vence es la imaginación, para que mayores y pequeños pudieran acercarse un poco más a lo que ofrecen habitualmente y cultivar el ocio. A músicos salir a los balcones, ofrecer conciertos gratuitos a través de las redes sociales, y hasta participar en conversaciones. A Rafael Nadal entrevistar a sus más directos rivales. A los miembros de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, profesores, técnicos, ofreciendo lo mejor de ellos mismos, y prueba de ello es encontrar a más de 60 personas desde sus casas, junto con la cantante israelí Noa interpretar La vida es bella (no se lo pierdan en su canal de youtube), y programando nuevas cosas, tanto es así que me he aficionado a la música clásica, algo que, si viviera mi padre, que lo intentó y no lo consiguió, se sorprendería. O los que trabajan desde el  MEH con sus visitas virtuales, y preparando nuevas ofertas para las próximas semanas.

Lo escribía la semana pasada en esta Página Par, todos quieren participar con lo que saben en que estas semanas puedan hacerse más llevaderas. Los cocineros también con sus recetas y puestos a recomendarles, lo nuestro: Miguel Cobo y Antonio Arrabal en Instagram, y también Jordi Cruz, que me cae bien y además se le ve buena mano.

Al menos los niños pueden ya salir, y los abuelos tendrían que deber hacerlo, con toda la seguridad del mundo, pero respirar algo el aire. Hace unos días, después de estar varios sin bajar a la calle, fui a tirar la basura al contenedor, a apenas 50 metros del portal, y casi no llego de atrofiadas que tenía las piernas. Por eso también admiro a aquellas personas que se han puesto a andar por la casa -he visto vídeos de gente con más de 90-, a otros haciendo yoga o siguiendo una clase de yoga por internet, o a mi sobrinillo media hora, puntualmente todos los días, con un programa de la Wii que le hace moverse de lo lindo. Envidia, porque para esto no he nacido, aunque quién sabe, igual después de mi conversión a lo clásico, quizá me apunte a un gimnasio cuando Sánchez me deje escapar.

España llora

Recuerdo los primeros días de salida a las ventanas y balcones. Todavía no empezaban a llegar las noticias de los fallecidos por el virus, de los ingresados en hospitales o en las UCIs, del esfuerzo real de nuestros sanitarios, que ha llevado a que miles de ellos estén contagiados, de todos aquellos que están luchando frente a la pandemia. O de las decenas de miles de personas en toda España que supuestamente han pasado el contagio aislados en sus casas, con la preocupación y ocupación que eso supone para quienes les acompañan. Ahora, cada vez que me asomo a las ocho de la tarde, las ideas se agolpan y cada aplauso va para millones de personas, desde aquellas mujeres que fabrican mascarillas en sus casas, o los floristas que reparten claveles a la puerta de los hospitales, o los pasteleros que hacen llegar sus productos a las residencias de ancianos, o de aquellos que han escrito a los enfermos para que intenten, al menos durante unos minutos, alejarse de su soledad.  Y se escapa una lágrima.

He visto una fotografía del alcalde de Burgos colgando un lazo negro en el balcón de la Casa Consistorial. Le aplaudo. Porque otro de los temas que me sorprenden, también cada día, es la forma en que hemos tratado a nuestros muertos, muchos de ellos mayores, en algunos casos como si tuvieran la culpa de llegar a esa edad. Confieso que ahora veo las esquelas en el periódico y me fijo especialmente en los años que tienen los fallecidos y se me escapa una oración por cada uno de ellos. Tenían que estar todas las banderas de nuestro país a media asta o con un crespón negro. No podemos acostumbrarnos a perder cada día centenares de ciudadanos, muchos de ellos vecinos, con los que quizá nos hemos cruzado en algún paseo, o familiares a los que no pudimos ni despedir. Merecen un homenaje también nuestros ancianos, que se esforzaron en sacar este país adelante.

He pensado también mucho en mis padres, ya no están con nosotros desde hace algún tiempo, pero me imagino cómo lo hubiera pasado si todavía se encontraran en este tiempo. Y me acuerdo también de lo que deben estar sufriendo mis amigos con los suyos si todavía viven. Y también se me escapa una oración por ellos, y un aplauso a las ocho. Veo a los miembros de nuestro Gobierno cansados, pero no parecen mostrar ni un ápice de sentimientos. No pasa nada porque oficialmente España esté de luto durante el confinamiento. Nada. No nos impide tampoco intentar seguir disfrutando de las cosas, de ese mundo de la Cultura tan denostado por la ministra de Trabajo, que, junto al Ocio y al Turismo, pretende dejarlos encerrados hasta finales de año, con la anuencia de su titular ministerial, que todavía no ha dicho ni esta boca es mía.  Pero de eso ya hablaremos en otro momento.

Aplausos a la puerta de al lado

Todos los días a las ocho de la tarde los españoles tenemos una cita en el balcón, la terraza o una ventana cualquiera. Algunos, los más lanzados, se convierten en DJ, otros simplemente jalean o ponen los altavoces para escuchar el Himno a Burgos o el de España. Estos aplausos están dedicados sobre todo a nuestros sanitarios, englobados así todas las personas que trabajan en hospitales, centros de salud…. A ellos sumamos las Fuerzas de Seguridad, el Ejército, los transportistas, los trabajadores de comercios ensenciales, agricultores y ganaderos, taxistas, periodistas, voluntarios…héroes.

 

Sin embargo, también existen ‘los santos de la puerta de al lado’ como les llamó el Papa Francisco en su reciente entrevista por skype con Jordi Évole, aquellos que tenemos en nuestro entorno, cercanos, siempre intentado mantener una buena cara y preocupados por los demás. Creo imaginar que en Burgos, en Castilla y León, en España… hay muchísima más gente que está pasando su coronavirus en casa más que en un centro hospitalario. Si tienes síntomas ya eres positivo, te recomiendan el aislamiento, y con una serie de medidas de seguridad muy grandes, para evitar el contagio. Y podrás ver algo a la persona que te deja la comida, que te recoge la basura o la ropa sucia, que te cambia las sábanas con mascarilla y guantes, y que probablemente sea la primera vez en su vida que la ha usado. Al resto de individuos que conviven contigo, ya sean padres, esposo o esposa, hijos o incluso algún abuelo, tendrás que esperar que pase la enfermedad sobre tí. Nunca sabrás si la has tenido con una prueba médica, únicamente algunos síntomas. Tu relación con la sanidad es a través de un teléfono, con personas muy atentas, al que vas contando tu vida y que intentan que no estés nervioso.

 

En esas casas particulares con pacientes que se supone que cuentan con algún miembro con covid19 hay realmente ángeles y santos. Porque no hay nada más duro que ver a tus seres queridos con una enfermedad de la que poco sabes de su evolución. Por eso creo que algún día, cuando a las 20 horas nos concentremos para volver a aplaudir -debemos continuar con aquello que nos mantiene vivos y esperanzados-, todos juntos en vez de mirar a la calle deberíamos darnos la vuelta y aplaudir hacia dentro, hacia el interior de las miles de viviendas donde existen personas infectadas, en compañía o solas, que confían en que algún día alguien les diga que ya pueden dejar el aislamiento.

 

Tardaremos todavía semanas, quizá meses, en darnos esos abrazos que necesitamos. Y probablemente este mes de confinamiento se alargue otro, y luego habrá que decidir quiénes son los primeros que pueden salir de casa e ir a trabajar, y asumir que el curso escolar se ha acabado, que los futboleros no tendrán final de Liga este año y que quizá, por fin, el Atlético sea el ganador de la Champion. Pero mientras tanto, sigamos aplaudiendo.