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Ni el Arlanzón es el Sena, ni Burgos es Málaga pero…

La ampliación del Museo de Burgos, ahora paralizada, no solo significa la adecuación y la mejora de un entorno donde conviven la Cultura con mayúsculas y los narcopisos, sino la consolidación de un eje cultural que bien podría avanzar desde el ultimo convento fundado por  Teresa de Jesús siguiendo por el Museo de la Evolución Humana -a medida que pasa el tiempo más valorado el trabajo de Navarro Baldeweg, un museo en el que cuando entras parece que sales por la luz existente- el propio Museo de Burgos (de nuevo de actualidad y con un proyecto de reforma muy atractivo),  la maldita esquina de la Plaza de Vega , el nunca acabado Hospital de la Concepción y avanzando por la calle Madrid el complejo de San Agustín.

Esa orilla del río Arlanzón que podría alcanzar también el Hospital del Rey y, por supuesto, el Monasterio de las Huelgas. Pero sin llegar al extremo, de Santa Teresa a la Concepción son unos pocos metros cuadrados que podrían convertirse en un eje cultural por el que pudiera apostar la candidatura de la capitalidad cultural de Burgos, aunque solo valiera de excusa para por fin tomarse en serio la zona sur, atravesada por un bulevar que ha cambiado su configuración urbanística y donde van a construir dos gigantes. Lo avala el Patrimonio y la Historia de estos edificios, y la modernidad de los nuevos o su reforma. No solo la construcción sino también buscar el uso como se ha hecho con la antigua estación.

Y evidentemente, ni el Arlanzón es el Sena, ni Burgos es Málaga, pero no podemos ni debemos dilatar más este lugar de la ciudad, al mismo ritmo que se dilata la solución de aparcamiento del barrio de Gamonal.

Buenos pudieran parecer los motivos para que no se avance más en las infraestructuras de la calle Calera o la calle Madrid, hace falta una fuerte inversión y esta debe venir de la Junta y del Ministerio, más no debemos dejar pasar esta oportunidad, y la propia ciudad debe liderar este cambio. Sería una nueva perspectiva, un enfoque cultural. 

Más de cien mentiras

Unos cuantos lectores de esta Página Par me han preguntado quién era Nina Simone, otros ya habían calculado la edad del columnista basándose en sus gustos musicales, ciertamente son los de toda una generación. Como algunos de los políticos que dirigen nuestras vidas uno es bastante previsible, aunque también es cierto que eso no es incompatible con intentar ser un forofo de la innovación y las buenas ideas, que son las necesarias en los momentos de penuria económica para salir adelante.
Genios parece evidente que no hay muchos para admirar, aunque si volvemos a la música, también soy un enamorado de la mayoría de las letras de Joaquín Sabina, porque también dan razones para seguir viviendo, y no desde luego superficiales y nimias. “Más de cien palabras, más de cien motivos  para no cortarse de un tajo las venas,  más de cien pupilas donde vernos vivos,  más de cien mentiras que valen la pena”.
A buen seguro que la mayoría de ustedes coinciden con ello, con que: “Tenemos memoria, tenemos amigos, tenemos los trenes, la risa, los bares,  tenemos la duda, y la fe, sumo y sigo,  
tenemos moteles, garitos, altares.  Tenemos urgencias, amores que matan,  tenemos silencio, tabaco, razones;  tenemos Venecia, tenemos Manhattan,  tenemos cenizas de revoluciones”.  
 
A pesar de eso, de las cien mentiras de Sabina, todavía nos deben faltar aún más razones, porque parece que gran parte de la sociedad se ha anestesiado o adormecido y del 15 M, por señalar un ejemplo, o los diferentes movimientos sociales que emergieron por el planeta, no parece haber quedado nada, salvo algunos soñadores o determinados grupos en las redes sociales que todavía se mantienen vivos merced a la ilusión de unos cuantos.
La economía ha golpeado y duro. Nos hemos vuelto más individualistas, aunque paradójicamente la generosidad con algunas ONG también se ha multiplicado. Sin embargo, hay también aspectos positivos que nos ha traído la crisis y es que parece que va a acabar con la cultura del derroche en las personas y en las instituciones y quizá ponga más la imaginación a trabajar, y por fin esos jóvenes sobradamente preparados puede que si se arriesgan tengan posibilidades para crecer. No deberíamos mirar tanto a los políticos sino ponernos en marcha una sociedad civil que supera con creces la capacidad de muchos de nuestros gobernantes (hay otros que merecen la pena pero a veces sus propuestas son aplazadas).
Pero en todo este enjambre también surgen optimistas por convicción que buscan todos los días motivos para celebrar, o personas encantadasp por su profesión (en el Museo de la Evolución estoy rodeado de ellas, desde los monitores del propio centro a los guías de Atapuerca) que pese a la precariedad de muchos de sus trabajos, cada día se presentan como si comenzaran de nuevo, o padres de familia que intentan como pueden que sus hijos no crezcan con las mismas dificultades que ellos tuvieron.

Y como dice Sabina: “Tenemos proyectos que se marchitaron, crímenes perfectos que no cometimos, retratos de novias que nos olvidaron y un alma en oferta que nunca vendimos”.  Todavía hay tiempo para la esperanza.
 


Convencidos de lo nuestro

Lo nuestro, que es lo de todos. Y depende de cada uno de los ciudadanos de Burgos creerse todas las posibilidades que encierra esta ciudad y provincia, que son muchas ya a simple vista; aunque quizá para ello haya que vencer numerosas dificultades acumuladas a lo largo de los años, agentes externos aparentemente perjudiciales -el clima en ocasiones no nos acompaña- y a los tradicionales agoreros que están tirando del tren en dirección contraria.

Carlos Andreu, un amigo que es consultor empresarial y coach, asegura que hay que eliminar a los cafres de tu vida. A aquellos que ven todo en negativo, él les llama zombis, e insiste en que son gente que muere a los 18 años o a los 30, aunque les entierren a los 90; «aquellos que quieren que la vida les vaya bien haciendo lo que hacen hasta ahora, pero sí hacen lo que hasta ahora, cómo te irá la vida, pues como hasta ahora», asegura este profesor aragonés.

Algunos por su parte dicen que es falta de autoestima, que solo se logra llenar El Plantío cuando viene la selección española, y que se sale a las manifestaciones cuando te tocan el bolsillo o la salud, aun desconociendo el principal motivo de las mismas. Pero lo bueno que tiene todo esto es que ellos son unos pocos, pese a que se les oiga más que la ilustre mayoría silenciosa, y Burgos está viviendo en estos momentos unos meses históricos que no puede ni debe dejar pasar, pero aportando otras miras, otro ritmo, otras voluntades y sobre todo una renovada capacidad de trabajo y de generar ideas e ilusión.

Da la sensación al hablar con algunos ciudadanos de esta ciudad, ya candidata oficial a la capitalidad cultural europea en 2016, que podemos. Que cabe la posibilidad de recuperar las posibilidades que tiene por su situación logística, y también por sus polígonos industriales o mantener ese puesto de ser la primera ciudad visitada de Castilla y León. Pero ello requiere innovación y no avanzar por el mismo camino recurrente, que han marcado una línea, como pueden ser los distintos planes estratégicos, pero ahora el avance debería ser exponencial y multiplicador, lo que no está exento de dificultades. Tenemos la excusa -la elección de Capital de la Cultura- y cuenta Burgos con mimbres suficientes para que surtan efecto. Falta capacidad de decisión, imaginación y sobre todo trabajo en común con todos los implicados.

Escuchar al director del Museo de Neanderthal, un alemán alto, rubio y preparado, que un equipamiento que hay en Burgos, como es el Museo de la Evolución, puede liderar un proyecto europeo y mundial, es suficiente. Para eso efectivamente hay que estar convencidos de lo nuestro, del MEH, y del románico de Silos, y del cañón del Ebro, y de los vinos de la Ribera, y de la investigación en la UBU, y de la calidad de las empresas… y sobre todo el valor de sus gentes. Yo me lo creo, y creo que muchos otros también.