Hoy, San Bruno

Hay una joya en la capital burgalesa que cualquier visitante no puede dejar esta tierra sin contemplarla, es la Cartuja de Miraflores. Los sepulcros de los padres de la Reina Isabel se encuentran al mismo nivel de excelencia que los de su propia hija y el rey Fernando en el panteón real de Granada. El retablo es una obra cumbre de la escultura gótica hispana de Gil de Siloé y policromado por Diego de la Cruz. Y luego los propios cartujos que se asoman en sus celebraciones o en sus paseos, envueltos en sus hábitos, y observados por las decenas de paseantes que se acercan a Fuentes Blancas.

Este lunes, celebran en la Cartuja el quinto centenario de la canonización de San Bruno por el Papa León X, tras la devoción que miles de personas mostraron por el fundador de esta orden y que se ha ido acrecentando con el paso del tiempo. La personalidad de este monje, que vivió en el siglo XI, destacaba por un derroche de paz, la misma que se respira entre los muros del cenobio burgalés. Irradiaba bondad, aseguran sus biógrafos, y una excepcional sensatez. Los principios de la Orden, por el fundada, se han mantenido a lo largo de los siglos: ocultarse a los ojos de la sociedad y consagrarse al poder de la oración y al trato con Dios, rezando en silencio por las necesidades de este mundo.

La Cartuja fue fundada en 1441 por el rey Juan II de Castilla, gracias a la donación que el propio monarca realizó de un palacio de caza a la propia Orden, donde se instalaron hasta que un incendio lo arrasó diez años después.Fue entonces cuando se decidió construir el nuevo edificio, que es el actual.

Juan de Colonia se hizo con el encargo de las obras en 1454, que continuaría su hijo Simón. Se completaron en 1484 a instancias de Isabel la Católica, hija rey Juan, que allí se encuentra enterrado junto a su mujer, Isabel de Portugal, que forma parte del conjunto de sepulcros reales realizados por Gil de Siloé, al que hay que sumar el del infante Alfonso de Castilla. No son solo los sepulcros y el retablo lo que embellece esta obra, también las sillerías, las esculturas, entre las que se incluye la propia de San Bruno, realizada por Manuel Pereira en época barroca. También se muestra una Anunciación de Berruguete.

A este conjunto se ha añadido una exposición permanente y sucesivas rehabilitaciones que se han realizado en el Claustro y en la fachada, con aportaciones privadas y públicas, lo que le han convertido en uno de los monumentos más visitados de Burgos, merced también al agradable paseo hasta llegar a su cercanía.

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