Más catedráticos para la UBU

Han sido muy comentadas las declaraciones de la secretaria de Estado sobre la situación de la Universidad. Lo cierto es que todo lo que ha manifestado Gomendio lo conocen de sobra en las administraciones regionales, que son los que actualmente financian, y en los propios centros universitarios, que han visto como aumentaba la matrícula y descendía el número de estudiantes de forma progresiva. A la competencia entre universidades -que es cada vez mayor porque aquí ocurre como con los aeropuertos- surge también la falta de ilusión de los futuros estudiantes que no encuentran salidas tras sus carreras, al que se suma el desánimo de muchos profesores que ven su carrera frustrada al colocarse prácticamente a cero la tasa de reposición.

Es tradición que en la Universidad el proceso, en resumen, comience como doctorando, luego como ayudante, siga con el intento de alcanzar la titularidad y finalmente la Cátedra, después de haber sido avalado por sus estudios e investigaciones, además de años de docencia, y haber logrado la acreditación a nivel estatal, lo que pemite acceder a las convocatorias que vayan produciéndose, pendientes solo de su plaza.

Se ha hablado mucho de la endogamia universitaria, y probablemente tenga unas cuantas consecuencias negativas, pero no es menos cierto que la pujanza de la Universidad avanza en la medida de la conformación de equipos de investigación con objetivos comunes y bajo un liderazgo claro. Así surgen los premios Nobel en Harvard, el MIT o en La Sorbona parisina. Los de Ciencias, pero también los de Economía, la mayoría de ellos aparecidos al amparo de grandes universidades. De ahí la importancia de las cátedras y los catedráticos, para crear equipo para formar investigadores, para buscar financiación a los trabajos, para la internacionalización necesaria en una investigación compleja y profunda. En Burgos son 34 los catedráticos de Universidad y 16 los de escuela universitaria, a todas luces insuficientes si de verdad queremos competir.

No es difícil responder a la pregunta de por qué ninguna universidad española, públicas pero también las privadas, se encuentra entre las cien mejores del mundo. O por qué, aparte de la literatura, solo hemos ofrecido dos Premios Nobel en el área científica, y hace ya unos cuantos años, como son los casos de Ramón y Cajal y Severo Ochoa. Y no es el presupuesto la única respuesta, en la UE hace no mucho tiempo se lamentaban que las universidades españolas no acudían a sus convocatorias en proyectos conjuntos con centros de otros países, sobre todo es la ambición y la ilusión. Y en este caso, con la larga lista de futuros catedráticos que ya están habilitados y solamente esperan una plaza en buena lid justa, no deberíamos esperar mucho más, porque si algo hay importante, esto es la educación.

 Ello no debe evitar tampoco un auténtico examen de la situación de la universidad española, y si, con las piezas que dispone actualmente, está rindiendo al nivel que se le espera. Aquí no son solo los alumnos a los que hay que evaluar.

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