La calle es nuestra

A la calle, que ya es hora/ de que escribamos la historia/ nadie ha podido ni puede/sepultar nuestra memoria.

Armados hasta los dientes de razones/borrado hasta en las paredes nuestro nombre/recuperamos pasado golpe a golpe/que nadie encarcela el aire entre barrotes./Ya no hay ni yugos ni flechas contra el hombre/hemos ganado la paz sin condiciones.

Si todos saben quién somos/porque vinimos de lejos/puesto que nada perdemos/el futuro será nuestro.

Estamos perdiendo el miedo a tantas cosas/se aprende la libertad viendo su forma/cada batalla ganada desde ahora/va reduciendo a cenizas su memoria.
Cantamos contra una paz de cementerios,/cantamos contra quien quiera someternos.

Alzado sobre los muertos/todo el coraje del pueblo/reconstruyendo banderas
desplegándolas al viento.

Probablemente esta letra les suene muy poco a la mayoría de los lectores de esta Página Par. Solo a los seguidores de Víctor Manuel, cantautor patrimonio de la izquierda, y a asturianos que seguimos la música al margen del color de la bandera.

La calle es nuestra se escribió en un momento donde los opositores al régimen franquista sufrieron la cárcel y la falta de libertad, pero también en unas circunstancias en que se veía el proceso de apertura que iba a suceder a la dictadura.

Hemos vivido ya 45 años de una democracia,  que posiblemente no sea el mejor de los regímenes posibles, pero nos ha permitido a todos defender nuestras ideas y vivir en libertad. Nos han gobernado en España mandatarios de uno y otro signo, del centro, de la derecha, de la izquierda,  y coaliciones que pueden llegar a los extremos, más ahora no estamos viviendo el mejor de los momentos. Y parece que algunos políticos son los expendedores del carnet de cómo se debe pensar y actuar.

Pero la calle es de todos, de los cantautores, de los artistas, de los autónomos, de los agricultores y pescadores, de las familias, de los mayores, de los niños… Y todos tienen el derecho de gritar y que se les escuche. Un verbo del que no suelen utilizar el gerundio y al que algunos renuncian, como acaba de hacer la vicepresidenta Yolanda que quería empezar su campaña por todo el país, precisamente escuchando. O como no le ha quedado más remedio que hacerlo a algunas ministras con personas que con los rendimientos de su trabajo no llegan a finales de mes en la crisis actual. Al final Rufián va a tener razón y a algunos les falta pisar la calle ahora que no es solo suya.

   
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