Todas las entradas de: Antonio José Mencía

La calle es nuestra

A la calle, que ya es hora/ de que escribamos la historia/ nadie ha podido ni puede/sepultar nuestra memoria.

Armados hasta los dientes de razones/borrado hasta en las paredes nuestro nombre/recuperamos pasado golpe a golpe/que nadie encarcela el aire entre barrotes./Ya no hay ni yugos ni flechas contra el hombre/hemos ganado la paz sin condiciones.

Si todos saben quién somos/porque vinimos de lejos/puesto que nada perdemos/el futuro será nuestro.

Estamos perdiendo el miedo a tantas cosas/se aprende la libertad viendo su forma/cada batalla ganada desde ahora/va reduciendo a cenizas su memoria.
Cantamos contra una paz de cementerios,/cantamos contra quien quiera someternos.

Alzado sobre los muertos/todo el coraje del pueblo/reconstruyendo banderas
desplegándolas al viento.

Probablemente esta letra les suene muy poco a la mayoría de los lectores de esta Página Par. Solo a los seguidores de Víctor Manuel, cantautor patrimonio de la izquierda, y a asturianos que seguimos la música al margen del color de la bandera.

La calle es nuestra se escribió en un momento donde los opositores al régimen franquista sufrieron la cárcel y la falta de libertad, pero también en unas circunstancias en que se veía el proceso de apertura que iba a suceder a la dictadura.

Hemos vivido ya 45 años de una democracia,  que posiblemente no sea el mejor de los regímenes posibles, pero nos ha permitido a todos defender nuestras ideas y vivir en libertad. Nos han gobernado en España mandatarios de uno y otro signo, del centro, de la derecha, de la izquierda,  y coaliciones que pueden llegar a los extremos, más ahora no estamos viviendo el mejor de los momentos. Y parece que algunos políticos son los expendedores del carnet de cómo se debe pensar y actuar.

Pero la calle es de todos, de los cantautores, de los artistas, de los autónomos, de los agricultores y pescadores, de las familias, de los mayores, de los niños… Y todos tienen el derecho de gritar y que se les escuche. Un verbo del que no suelen utilizar el gerundio y al que algunos renuncian, como acaba de hacer la vicepresidenta Yolanda que quería empezar su campaña por todo el país, precisamente escuchando. O como no le ha quedado más remedio que hacerlo a algunas ministras con personas que con los rendimientos de su trabajo no llegan a finales de mes en la crisis actual. Al final Rufián va a tener razón y a algunos les falta pisar la calle ahora que no es solo suya.

   

25 años de los Príncipe de Asturias a Atapuerca

Quizá a muchos les cueste entender como una música y una letra que los asturianos hemos adoptado como Himno sea capaz de emocionar, salvo ayudados nuestros sentimientos por unos cuantos vasos de sidra. Dicen que tenemos un corazón muy grande, y que eso cuenta, pero también he de decir que hay un momento a lo largo del año que escuchar el himno engrandece el alma y es en la entrega de los Premios Príncipe/Princesa de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo, en la que una legión de gaitas interpreta esa sintonía y a los buenos rapaces la carne se les pone la carne de gallina.

La primera vez que escuche presencialmente la música gaitera del Asturias Patria Querida –antes lo había visto a través de la televisión o la radio, y procuro cada año no faltar a la cita- fue hace ahora veinticinco años, en 1997, con motivo de la entrega de estos galardones al equipo investigador de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Allí estuve acompañando –y trabajando- a Emiliano Aguirre, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, junto a mi compañero Jesús Javier Matías. Una foto del álbum que acababa de mirar la he aprovechado para subirla a las redes sociales, para vernos más jóvenes, eso sí.

Junto a los científicos recibieron también el premio Vittorio Gassman, Martín de Riquer, Mstislav Rostropovich y Yehudi Menuhin, Vaclav Havel, CNN, el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria del país, Álvaro Mutis y el equipo español de Maratón después de sendas victorias años anteriores en el Campeonato de Europa y en la Copa del Mundo. ¡Vaya pódium de ases en todas las categorías! Lo que con toda naturalidad hubiéramos tildado de señorío en cada una de las facetas.

No fue el primer galardón que recibieron los directores de las excavaciones en nombre de todo el equipo. Unos meses antes  Diario de Burgos les había otorgado la distinción en la primera edición de los Martinillos. A los codirectores que compartieron premio con Modesto Ciruelos, Purificación Santamarta, los funcionarios de prisiones –que luchaban por la liberación de Ortega Lara- y a título póstumo con los maristas burgaleses asesinados en Zaire.

La recompensa al trabajo en Atapuerca  a través de las palabras del ahora Rey Felipe de Borbón fue el estímulo necesario para un impulso que llevaría por todo el mundo los descubrimientos en esta sierra burgalesa, un esfuerzo que lleva más de 40 años de manera ininterrumpida.

Años después llegaría la declaración de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y siempre la publicación en las grandes revistas científicas de los hallazgos en Galería, Sima del Elefante, Sima de los Huesos o recientemente el ADN neandertal en la Galería de las Estatuas…. Y lo que está por venir, que como asegura Bermúdez puede convertirse en una orgía cuando se acerquen de forma definitiva al TD6 de Trinchera, donde aparecieron los primeros restos de Homo antecessor.

En Burgos, y no por esnobismo, se espera que alguno de esos hallazgos que llegarán reciba un nombre burgalés. Ya podemos contar con la mandíbula de Jimena, una antecessor jovencilla, pero no sería mala idea buscarle una pareja reconocida.

Evolución humana

España está llena de maestros de la radio a todos los niveles, en todo tipo de programas, horarios y demarcación geográfica. Escuchas historias que apabullan, otras que te conmueven, y algunas que te hacen llorar. Es cierto que jugar con el sentimiento es a veces una trampa. Pero es la vida, el día a día de nuestro acontecer. Y si en un corto espacio de tiempo nos hemos encontrado con una pandemia mundial, con un volcán que ha concitado todo el interés y con una guerra que implica a toda Europa –las de África parecen sernos ajenas- pues esas pasiones afloran y llegan a estremecerte. Es oír a uno de estos locutores una charla con una mujer huida de la invasión de su país, acompañada de tres churumbeles, sin destino conocido y sabiendo que no sabe si volverá a ver a su marido, que te acongojas.

Y hablo de la radio porque parece lo más directo, con un teléfono basta. Y la voz conmueve. Y es  lo mismo que encuentres en sucesivos días a Alsina, a Herrera, a Francino o a Javi Nieves. Les localizas próximos e implicados. La pandemia nos ha hecho conocer esos mundos del dolor, en todos los medios y de todos los colores. Y tanto con el Covid como con la invasión de Ucrania por Putin esos relatos están llenos también de solidaridad.

 

Ahora, cada día de todos los puntos de España, y desde Burgos, siempre Burgos cuando se habla de ayudas, están saliendo coches, furgonetas, camiones e incluso autobuses fletados por empresarios para aportar medicinas, comida, mantas, donadas por miles, por decenas de miles de ciudadanos españoles, para recoger madres con pequeñajos de todas las edades, porque los de 18 ya tienen que empuñar un fúsil para defender su tierra, su historia, su patria contra el oso ruso.

 

En nuestro país viven más de 110.000 ucranianos empadronados, más todos aquellos que no lo han hecho. Y se ve que les gusta España, cuánta gente nos encontramos entrevistada por medios de comunicación en Ucrania que habla perfectamente el castellano. Estos inmigrantes en la piel de toro también se han movilizado, y han hecho movilizarse a otras miles de personas. Se han puesto en contacto con sus familiares en el país bombardeado y se están produciendo agrupamientos familiares increíbles. España está respondiendo a esta llamada caótica, y no solo nosotros, también Europa parece haber escuchado, y Polonia, tan criticada otras veces, y tan respetada en esta ocasión  cuando intenta acoger a más de un millón largo de refugiados que atraviesan la frontera.

 

Si a esta especie no le falta corazón es que nuestra evolución ha ido a mejor. Y si todavía mantenemos la fe en el ser humano es que podemos ser excelentes y no caminamos a una nueva extinción.

 

 

 

 

La edad de oro

El principal tema por el que me encuentro satisfecho con el ‘nombramiento’ de Alberto Núñez Feijooo –pongan ustedes el acento donde quieran- es que será presidente del PP con  60 años. Vamos, de mi promoción, y está como un chaval, cosa que no todos podemos decir, salvo que comencemos a leer libros de autoayuda para cada vez que nos ponemos delante del espejo, como le pedía Herrera a Rajoy, y reflexionemos sobre lo que hemos pasado y lo que nos resta por transcurrir, seamos conscientes de que seguimos vivos.

El hecho de que Núñez lidere la formación de centro derecha puede servir de acicate para aquellos que todavía pensamos que la década de los sesenta debe ser una particular edad de oro, además de la de la jubilación, si es que nos dejan.

La muerte sigue siendo un tabú, y confío en que el libro que acaban de escribir Arsuaga y Millás (La muerte contada por un sapiens a un neandertal)  y que se presentó en el Museo de la Evolución sirva para ‘normalizarla’ si es que es posible utilizar este verbo para una situación tan trascendente, porque aunque sea un hecho natural hay numerosas maneras de afrontarla, y más en estos momentos, con una nueva guerra retransmitida en directo pero donde el número de fallecidos nunca se conocerá realmente para no menguar la actitud de los soldados, ni de la población. Y la imagen de aquellos que han vuelto a su patria para defenderla de la invasión  del enemigo.

Recientemente una mujer me preguntaba si iría al campo de batalla si agreden a tu país. Ella me dijo que sí. Uno particularmente no se ve en forma para ello, y tampoco sabe si merece la pena, pero habría que situarse en ese momento realmente para confirmarlo.

Dicen Arsuaga y Millás que no nos planteamos la eternidad, sino que nos preocupa que nos duelan las muelas, los juanetes… o enfermedades como la osteoporosis o el cáncer. Hay enfermedades de hombres y de mujeres que comienzan a manifestarse a partir de los 50 cuando comenzamos a envejecer, y eso puede ser un ejemplo.

Este debate ha generado también otro, el de cuándo somos mayores, viejos, veteranos… o como decía uno de mis sobrinos hace años, más pequeño, al visitar Atapuerca: hombres antiguos. Hace cuarenta años, confirmar que tenías 60  significaba que ya estabas en esa tercera edad a la que no se quería llegar. Ahora, por miedo a envejecer el que te lo dice, insiste en que eres joven, aunque estés empastillado varias veces al día. Vale, la media de nuestra vida se está alargando, pero ¿merece la pena?

Con el tabú de la muerte, con el miedo a que llegue –del que nadie nos escapamos- ni nos lo planteamos, pero es necesario dar un sentido a nuestra vida, mejor tarde que nunca. No estamos aquí por azar, ¿o sí? Varias veces le he oído a Arsuaga una reflexión de Voltaire (al que cita mucho) y es que espera de Dios, al final de la vida, que haga su trabajo, que es perdonar. Yo también lo espero.

 

Dieta tecnológica

La dieta alimenticia forma parte de la vida diaria de muchas personas. Por diversos motivos, por su obesidad, o por lo contrario. Por imagen, o por obsesión. Por necesidad la mayoría de las ocasiones: desde la prohibición a comer con gluten, con lactosa o con sal… Pero casi siempre podemos reservarnos un día para tirarla por la ventana, echar una cana al aire, y tomarnos esa olla podrida que tanto tiempo estuvimos esperando, aunque luego tengamos que arrepentirnos durante unas horas pero sarna con gusto no pica.

Pero hay otra dieta que nos ayudaría  a saborear de verdad la vida. Ejercer una sana dieta digital, saber prescindir a lo largo de la semana, en algunas circunstancias, de los dispositivos electrónicos, de los que nos acompañan en el bolsillo o cuelgan de la cintura. Contemplar la naturaleza, sin necesidad ni siquiera de escuchar un click es un alto placer. Leer un buen libro, degustar una película o una serie de televisión sin obligación de subir nuestra opinión en ese momento a las redes sociales es un goce, y comer con  unos amigos con el móvil en silencio o apagado es una ocasión de deleitarnos.

Todo esto requiere en algunos casos hasta un sobreesfuerzo, pero sabemos que podemos conseguirlo porque no hace tiempo era así nuestra vida. Incluso llegábamos a no coger el teléfono fijo durante los encuentros familiares. Y a jugar en la calle detrás de un balón, con unas canicas, o con unas chapas con caras de ciclistas en la alfombra de casa. Quizás nos hayamos olvidado de la importancia del silencio para poder no solo dar sino recibir. Y podemos recibir mucho.

Una dieta no supone la supresión del uso de un aparato del que somos incapaces de utilizar todos los recursos, sino limitarlo en algunas ocasiones. Es probable, por mucho que los agoreros afirmen lo contrario, que delante de la pantalla socialicemos todavía más que en una tertulia de café. Que nos ayude a hacer cosas juntos. ¡Cuánto han aumentado los encuentros digitales en pandemia y hemos conocido a tanta gente a la que no hubiéramos llegado en otras circunstancias! He escuchado a muchos adolescentes hablar mucho más media hora frente a la pantalla a sus amigos, que probablemente en toda la semana a sus padres. ¡Qué útil es la agenda del móvil para aquellos que vamos perdiendo la memoria y necesitamos que nos recuerden nuestros compromisos!

Conversamos más, cierto, pero al mismo tiempo debemos aprender del silencio. Es justo y necesario.

 

Un millón de emigrantes

Durante la pasada campaña electoral de las elecciones autonómicas, uno de los principales protagonistas del debate fue la  ‘España vaciada’ que también tuvo respuesta electoral en unos cuantos procuradores que ocuparán las Cortes de Castilla y León en la próxima legislatura. Veremos si se oye más la voz de Soria,  y se sigue escuchando la de León o Ávila; y aunque se supone que los representantes provinciales de los partidos tradicionales también defienden al territorio donde nacieron, no son la misma mosca cojonera que pueden representar estos grupos.

Gracias a ese debate migratorio hemos conocido algunas cifras que no nos extrañan pero sí pueden resultar sorprendentes, como que más de un millón de personas nacidas en Castilla y León vivan fuera del territorio de esta región, en el resto de España, y eso sin contar los que todavía lo hacen allende nuestras fronteras, en países como Suiza, Alemania, Francia o antes del Brexit, Inglaterra, por no acudir al mapa mundi y hablar de lugares como México o Argentina. Aquí se han quedado 2.400.000 personas y en algún momento si no ha ocurrido ya, habrá más castellanos y leoneses fuera que dentro.

Un estudio de Caixabank mostraba hacia dónde vamos en cuanto a población. Si en el año 2020 el censo indicaba, por ejemplo, para Burgos 355.776 habitantes, la proyección para 2035 es poco halagüeña, nada menos que 332.561. Hay que contar también en estas variables que somos una población envejecida y que hay más muertes que nacimientos. Lo que ocurre en la provincia burgalesa, pasa también en todas y cada una de las nueve de este territorio. Soria pasará de 90.000 a 83.000 ciudadanos y Valladolid bajaría de medio millón, de 520.000 a 484.000 en números redondos, León notaría bastante según este trabajo el descenso, rompe para abajo la barrera de los cuatrocientos mil, de 459 a 398 mil.

¿Hay solución para la Castilla vacía? No es fácil. En Navarra han conectado con cable todas y cada una de las localidades de la comunidad foral y toca ahora que las tecnológicas las doten de contenidos. Aquí, se entiende que por razones económicas, se alarga la presencia de la alta velocidad hasta límites insospechados, la chapuza de un parque tecnológico que si no viene ya con un pan debajo del brazo será una continua tomadura de pelo y la solución final de unas autovías que si tuvieran vida propia nunca pensaron estar terminadas. Esa emigración ocurre en otros lugares de España también, pero por mucho que se lleve hablando en nuestra comunidad no se ha avanzado absolutamente nada. Tenemos una franja que continua hacia Aragón que puede ganar el título de ser la más despoblada de Europa.

En esta campaña también ha costado explicar la Y de Castilla y León. Hemos vuelto a escuchar hablar de Castilla la Vieja y el Reino de León y muchos han pensado que los límites se tenían que haber quedado en eso que estudiamos de pequeños: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia y la región de León con Zamora y Salamanca. Pero en 1983 algunos quisieron que no siguiera siendo así. Y así estamos.

 

El debe electoral

Desconozco cuando escribo estas líneas el resultado de las elecciones autonómicas en Castilla y León, pero he comprobado que como profeta soy un desastre, ya que escribí, porque no me lo creía, que no habría elecciones anticipadas. Y este domingo las hubo. Recuerdo unas en mi comunidad de origen convocadas por Cascos cuando era presidente del Principado, y en las que fracasó de manera estrepitosa con el Foro. Entonces no existía una figura como Ayuso, que parece que ha devuelto a los seguidores populares la necesidad de un líder, lideresa.

Pero lo que si se mantienen durante la campaña, durante la elaboración de las listas… son tics que deberían desaparecer para futuros comicios. No me atrevo a pronosticar si el CIS se ha aproximado algo al resultado final, pero en cualquier caso no estaría de más que dejara de dirigirlo un militante o persona cercana al partido político en el gobierno, sino otro individuo independiente, que respondiera a todas las inquietudes de manera profesional.

Tampoco se entiende que solo se publiquen encuestas hasta el lunes anterior al domingo electoral, en el mundo digital en que estamos. Lo que se pretende salvaguardar con ello no se consigue, y además dejaríamos de especular y disminuirían los sondeos amañados. Además, ya han existido las suficientes convocatorias como para conocer qué institutos demoscópicos son los más fiables y cuáles menos, y los medios de comunicación son conscientes de ello a la hora de contratar sus servicios.

Otro asunto, incoado en parte, es el de los debates, son obligatorios los que se celebran con representantes de los partidos que tienen grupo parlamentario, pero pocos entienden que no hubiera un debate en Castilla y León en el que no hayan participado representantes de Vox, Podemos o la España vaciada (quizá habría que buscar otra nominación). Los que ya están abogan por la transparencia pero no quieren cambiar, y los que no están tienen que luchar más que el resto porque su voz se oiga.

¿Es bueno o no que unas elecciones regionales no coincidan con las municipales? Conocemos de alguna manera la importancia que le dan los ciudadanos si van por separado, pero si lo que se pretende es que haya un alto índice de participación, porque importa lo que opinen todos, pues no es lo más aconsejable, o eso parece. De las listas abiertas ya ni hablamos, las formaciones políticas se han vuelto más selladas y no quieren versos sueltos, sino fieles súbditos en sus tablas, pero me sigue gustando más el sistema electoral británico que el español, aunque al final las minorías pierdan, porque los elegidos defenderán con más pundonor las reivindicaciones de sus vecinos, al trabajar por su circunscripción y ser elegidos en la misma, y ahí sí que cuenta un voto.

Y no ha habido en esta ocasión debate sobre el voto rogado, pero son muchos los españoles que podrían ejercer su derecho al sufragio y no pueden hacerlo por encontrarse allende nuestras fronteras y convertirse en un problema, más que en una alternativa.

No es país para viejos

No es país para viejos, salvo para el voto. O eso pudiera parecer. Son más de 9 millones de mayores –ya no se sabe cómo llamar a aquellos que superan los 70 años, si ancianos, viejos o mayores, por señalar tres posibles sinónimos- los que viven en nuestro país, son muchos, representan un alto porcentaje de la población y si se pusieran todos de acuerdo lograrían una mayoría suficiente y probablemente absoluta en cualquier elección a la que se presentaran. Lo incoaron en algún momento, pero nunca se ha llevado a cabo esta opción, por eso en las campañas electorales son el objetivo de muchas miradas, de subidas de pensiones en momentos claves o de guiños que luego se los lleva el viento.

Asistimos ahora a una campaña en favor de que nuestros mayores sean atendidos como se merecen después de haber trabajado toda su vida, y llevado a los bancos y cajas la mayoría de sus ahorros. Las entidades financieras –pareciera más bien que antes que defender a nuestros veteranos se quiere espolear a aquellas- están buscando la manera permanentemente de reducir sus costes y esto se dirige a través de una actividad menos presencial y más telemática en cajeros o desde su hogar. Pero si el que este suscribe apenas logra manejar bien el mando a distancia del televisor de su casa, y no siempre con éxito, cómo vamos a pedir a una persona acostumbrada todos los meses a acercarse al banco a sacar algo de su renta, para seguir viviendo con sobriedad y ahorrando para sus herederos, lo haga en un artefacto donde lo primero que tienes que optar es entre el débito o el crédito de tu tarjeta si no quieres que se lleven de primera mano una deseada comisión.

Y, sobre todo, los que son conscientes del papel de los mayores sus hijos cuando tienen que ejercer el papel de abuelos. ¿De cuántos problemas les habrán sacado para ocuparse de los nietos en esta sociedad que no está pensada precisamente para conciliar la vida familiar con la laboral,  y de lo que poco logramos escuchar en propuestas políticas?

Pero fueron también los primeros que sufrieron la pandemia en las residencias.  Los que nos fueron dejando por miles. Los que no pudimos despedir. Eso sí, son los que más se han vacunado, más han procurado no contagiar, más tiempo  han pasado en sus casas y más han sufrido por sus hijos, nietos o bisnietos, y probablemente los que más hayan rezado por el resto del mundo, y a ellos les vale.

En ‘No es país para viejos’ el libro que escribió Cormac McCarthy y llevaron al cine con éxito los hermanos Coen todo nos lleva a que los valores que manejaban los ‘veteranos’ ya no son asumidos en un mundo decadente donde parece que triunfan los malvados como Chigur o los depravados como Moss, aunque siempre nos queda la esperanza, y nuestros ancianos son habitualmente los que más acopio hacen de ella. Y, por cierto, a partir de qué edad somos ahora mayores.

Muchos peatones muertos

Cuatro fallecidos por atropello en apenas unos días son muchísimos, y si además lo son atravesando un paso de cebra, la situación empeora bastante. No es fácil comparar los datos de la ciudad de Burgos con otras similares, porque al producirse en suelo urbano la Dirección General de Tráfico no maneja estadísticas, sino que pertenecen a las policías locales, por eso desconozco si en otras urbes similares en población ocurren los mismos o similares percances, no solo con peatones, sino también con ciclistas o con los ‘artistas’ del monopatín, de los que muchos pensaba mos que iban a sufrir más al ‘viajar’ por las calzadas, pero es cierto que en este caso han reducido su número y que el uso del carril bici es el más habitual y más seguro.

Las razones de estos desgraciados sucesos pueden ser aparentemente fáciles de explicar. Que no se respeta la velocidad en las vías urbanas (30 y 50 kilómetros hora a muchos conductores les parece paso de tortuga), que alguno va más chutado de lo normal, que cuando se hace de noche no en todos los lugares la luz es suficiente y esto es más que evidente en alguna que otra avenida, que no miramos los peatones al pisar la calzada porque entendemos que tenemos todos los derechos a atravesar sin girar la cabeza -y desde el coche ves muchos casos-, que otro vehículo puede reducir la visibilidad, o alguien decide frenar de golpe porque ha visto un hueco para aparcar …

Siempre me ha sorprendido que no existan más accidentes, por ejemplo, en el entorno de los colegios. Desde hace unas semanas se están vigilando más, pero hasta algunos padres se permiten el lujo de aparcar en doble fila tapando la visión completa del paso de peatones.

Cuando existían los parques infantiles de tráfico aprendíamos las normas de conducta para diversas situaciones desde pequeños e intentábamos cumplirlas al salir a la calle. Ahora, cuando un semáforo se pone naranja aceleramos a ver si con suerte lo atravesamos en el mismo color, o en rojo. Atravesamos un paso de peatones con semáforo aunque lo tengamos prohibido, salvo que unos niños se encuentren en la acera de enfrente y por una mínima vergüenza esperamos a que vuelva el color verde para no dar mal ejemplo.

Evitar los atropellos se puede,  quizá haya que recetar más multas, iluminar mejor… pero depende mucho de la conducta de los propios ciudadanos que a veces se convierten en pilotos de Fórmula 1, o de aquellos otros viandantes que cruzan por mitad de una avenida para no andar los 20 pasos que le separan de un semáforo o de un paso de cebra. Por no apuntar a los que no miran porque piensan que las rayas del suelo le salvan de posibles accidentes. No somos buenos conductores en esta tierra, y si no intenten recordar las veces que no han puesto el intermitente cuando deberían indicarlo.

Lo que perdimos con internet

 

Para muchas generaciones es complicado imaginar su vida sin internet. Para aquellos que siguen jugando su partida de cartas diaria en el bar de toda la vida todavía queda algún rescoldo de cualquier tiempo pasado fue mejor ¿o peor? Ha sido uno de los inventos más importantes de nuestra historia reciente, en el que colaboraron numerosas personas, pero seguro que no recordamos el nombre de alguno de ellos. Leonard Kleinrock inventó la tecnología básica de Internet, Ray Tomlinson introdujo la mensajería electrónica, y Tim Berners-Lee desarrolló el lenguaje HTML y el sistema WWW en 1990.

Y claro que hemos perdido cosas con la red de redes, lo primero la paciencia, esperamos tener acceso al segundo en cualquiera de nuestros dispositivos. Y conectarnos a través de un PC y que una ruedecita comience a dar vueltas nos puede sacar de quicio en un tris. ¿Qué hemos hecho con las enciclopedias que ocupaban gran parte de la librería de nuestras casas? ¿Y podríamos vivir durante unas horas al día sin un móvil? Lo planteaba en esta Página Par la semana pasada, que se ha dejado de mirar a los ojos para contemplar una pantalla, lo que hemos abandonado.

¿Hemos descuidado también nuestra intimidad por publicar algunos platos que nos gustan en Instagram? ¿Hemos aumentado nuestro ego por mostrar lo que nos exigimos con nuestro entrenador personal? Compartimos lo que vemos o las tabletas nos han vuelto más individualistas. Las grandes compañías tecnológicas no pretenden hacer un mundo mejor, sino ganar dinero, como toda empresa que se precie, por mucho que hayamos encontrado el amor de nuestra vida en alguna plataforma o descubierto el cine clásico en otra, no podemos caer en la ingenuidad de su presumible bondad.

Y la ilusión que encontramos cuando nos sorprendemos al llegar a nuestro buzón y recoger una carta escrita a mano, cuántas veces nos habremos hecho el propósito de volver a las tradicionales felicitaciones navideñas antes que encontrarnos con un WhatsApp, personalizado sí, pero que deja traslucir muy pocas intenciones.

¿Y se acuerdan cuando necesitaban coger un taxi en Madrid y como el conductor echaba mano de un pedazo de libro para encontrar la calle a la que nos queríamos dirigir y el número de la misma? Con el tom tom cualquiera nos atrevemos a alcanzar una vía desconocida buscando el aparcamiento más cercano. Evidentemente, internet nos ha cambiado la vida, probablemente para mejor, aunque ahora no dejes de trabajar nunca, porque llevas en ese Smartphone tus archivos, tus correos, tus mensajes y nada indica que te encuentras de vacaciones, salvo quizá alguna foto de instagram al que no todos tienen acceso. Porque si algo vamos descubriendo también es que ya  no dejamos al albur de toda la red aquello que vamos publicando, sino que lo reservamos para nuestros conocidos y amigos, quizá es que vamos recuperando ese pudor que la web nos hizo perder, y eso no está nada mal.